Elizabeth Córdoba Pérez





Desdobla en tres partes su pliego de palabras, conteniendo el oscuro elíxir de la muerte, el aroma del dolor y la opaca necesidad del erotismo rondando el recuerdo y la necesaria lucha de los cuerpos que revolotean al deseo.

Puedo ver la oscura muerte estallar en guerras perdidas, de papel sangrante, en la palabra que vibra desde la lágrima de infantes, que prosiguen inmolados, a la maldición repetida de seguir siendo paridos, sin la esperanza de una flor, de un árbol vivos.

Se palpa el dolor, el grito de la mujer desesperada y perdida.
La angustia desolada en caustico lamento, que procura la lluvia oscura y átona.
El momento propicio para ser poseídos por la letal serpiente de la amargura.
Donde el camino es el pie destrozado, roto, como insecto agonizante.
Donde las flores se vuelven asesinas de la esperanza y se hacen horribles papamoscas.

Pero ese tercer pliego no puede abandonar el viaje de retorno al rescoldo, para encender los despojos de la memoria del amor.

Ese que el cuerpo ofrenda a la leve esperanza.
El que se vuelve ceniza de cal y sal en su final, pero que revive al brillo del abrazo, para paladear lo que no era abandono, desamor, o lecho oscuro y yerto.
Por eso, pese a todo, resuelve partir a su página, para tratar de recuperar las palabras de amor perdido, que es la dolorosa resurrección de la palabra.
La lúbrica penetración del acíbar y la miel al tiempo, de las manos y del vino, para intentar la tranquilidad que da la paz del sosiego, el goce que relame la palabra amor y atiza el fuego del deseo, en la pacífica comunicación del eros amado y derrotado por la húmeda palabra femenina.

Escuchémosla:

https://www.youtube.com/watch?v=jGKAl4Ma4-I&feature=youtu.be

Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá  13 de Noviembre 2017



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