ANGEL O DEMONIO,
PARA CUYABROS
Los conocí en una fila de la Filbo.
Un grupo de colegiales, una niña, cuatro muchachos y su
profesora.
Desde las dos de la tarde, hicimos la fila infame, para
escuchar a Fernando Vallejo el escritor colombiano nacionalizado en México y
reconocido por la “Virgen de los Sicarios” y el “Desbarrancadero”, pero sobre
todo por su mordaz palabra y la diatriba en contra del gobierno de turno, o de
las miserias del país y sus ciudadanos mas detestables que los mismos perros.
Lis, quedó en la fila mientras regresaba al stand del Huila.
Cuando volví a recuperar mi lugar, tuve la primera sorpresa
que alteró un poco el desánimo de la fila que empezaba con nosotros, el
griterío de otra fila contigua coreaba
algo así como, “Becan” “Becan” el nombre del ex futbolista inglés. Fila mas
larga que habíamos ocupado equivocados unos minutos antes, en su mayoría
compuesta de jovencitas, dirigida a escuchar
una escritora norteamericana a la que se coreaba como si fuera un miembro
de un grupo de rock y que inventé al
final, era la invocación a Paul MacCartney lo que avivó los ojos de mis
compañeros de fila. Pero avivó mi curiosidad, y fui hasta la fila vecina y pedí
prestado el libro que ilustrado con una
jovencita en la tapa dejaba ver el
nombre de la autora, Becca y el
título no me dijo nada, repetía la
palabra silencio. Por el diseño oscuro y los dibujos femeninos, pude establecer
que se trataba de un libro que hablaría de vampiros o de personajes neogóticos,
que tanto han calado en los jóvenes norteamericanos. Hice el comentario con
ironía, pero alguno de los chicos comentó haberse tomado una fotografía con la
escritora, que resultó al final una rubia despeinada, o de cabello rizado
adrede, de unos treinta y cinco años que contaba unas historias sobre ángeles
caidos.
Vueltos a la realidad de nuestra fila, intercambiamos
opiniones sobre la aberración de éstas que deben hacerse con tanta antelación y
que luego, muchas veces no son respetadas y que debieran tener solución de
menos horas de plantón. Admiré el valor de estos muchachos interesados en temas
del país, contrariando vivamente la fila de las niñas que enfrente buscaban
soluciones mágicas, remedios angelicales para sus ensoñaciones pueriles, en
tanto de éste lado unos niños asumían con seriedad el encuentro con el ser
colombiano.
Yo portaba un ejemplar de Armas
de Juego, destinado a algún escritor amigo que suele uno encontrar y no
pude reprimir la explicación sobre el mismo, con la atención de la profesora.
Entonces nos volvimos amigos.
Me enteré que venían del Colegio Campestre de Armenia y les comenté, era su autor, la profesora no
entendió de inmediato y le expliqué que el Marco
Polo en la tapa del libro era mi nombre del registro civil, que se trataba
de un libro escrito para los adolescentes y que a diferencia del de la autora
coreada, estaba dirigido a recuperar la “Memoria histórica” de los pueblos a
los jóvenes colombianos, a partir de dos del Huila. Les dije tener algún
conocimiento de la tierra del café y como es natural los rebauticé como “Cuyabros”,
no “Charrascaleños” como se les dice a los de Calarcá, para indicar que
nosotros también tenemos como mote el de “opitas”, a lo mejor más peyorativo. Y
la fila era de verdad selectiva, nos había amistado porque teníamos los mismos
pueblos en apariencia enfrentados como dice Armas
de Juego, los nombres de las calles de cada uno, los mismos liberales y
conservadores de la historia o para ellos un novísimo cine que no puede ser el
antiguo teatro “Real” del libro, como si lo es el árbol que para ellos es la
palma de cera y no la ceiba, erigida como el árbol nacional, con sus iglesias y
sus quebradas y ríos y sus chorros y
peñas blancas vueltas murales o su cacique Calarcá que al igual que la Gaitana,
nos hermana desde la triste conquista nacional. Pero además, sus construcciones
de bahareque son las mismas nuestras, y la cultura del café también está en el
libro y en la tierra de estos jóvenes
estudiantes de noveno. Pero lo que podía ser mas extraño, los dos pueblos
enfrentados desde hace mas de cincuenta años, por motivos políticos, Gigante y “Seminario”,
también tienen su correspondencia en el Quindío, que aunque con su equipo de futbol en la B,
siguen enfrentados en apariencia, por asuntos de la tierra, la política o la
prelación departamental y en el libro son unificados por la voz de un niño. El
resto, el título del libro y la explicación sobre el “Zumbambico” enfrentado a
los juegos electrónicos o al movimiento de los pulgares sobre el celular, son
los antagonismos que permiten interactuar con las etapas históricas de éste
país que nos ha hecho simplemente colombianos. Al conversar con la niña, me
dijo ser escritora de cuentos con lo que en definitiva concluí, que su
profesora sería inolvidable en la vida de éstos jóvenes y que, merecían mi
libro de obsequio. Nos citamos para el día siguiente en el puesto del Huila
para rubricarlo, dejando nuestras direcciones virtuales.
Tres horas después, pudimos asistir a la charla con el
escritor Fernando Vallejo, que resultó un monólogo, leído, donde critica con acritud el gobierno de Santos y todo la
institucionalidad colombiana y a los mismos pendejos
ciudadanos de éste país, de quienes requirió el voto en blanco.
Pero que nos permite concluir que preferimos la realidad de
la lengua de éste demonio nuestro, paisa, que nos señala con el dedo las llagas,
que aquella ensoñación de ángeles que sólo les permitirá caer de la nube algún
día, a las niñas de la otra fila.
Marco Polo
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