ARMAS DE JUEGO, EL NOVELLINO.

Otro escritor opina.


Por Heider Rojas.



Un gran número de los mejores cuentos y novelas transcurren en pequeños pueblos, en provincias y caseríos alejados, y no en la agitación, la sofisticación cultural y la polución de las ciudades. No importa el lugar sino la perspectiva y la profundidad de la mirada; hasta dónde logra ésta penetrar la condición humana.

Armas de juego (2013), de Marco Polo, reconstruye la memoria cotidiana en un par de pueblos del Huila, Gigante y Seminario –trasunto de Garzón–, en los años sesentas y setentas del Siglo XX. Acompañamos a un personaje en su crecimiento, hasta los dieciocho o diecinueve años. Vamos de los juegos iniciales y el abandono por parte de su madre, a los seis años, entre la discordia creciente con el padre –camionero él, mujeriego, irresponsable, basto, obtuso: interesante–, hasta los sueños de una vida diferente, lejos del pueblo, y de escribir, y el involucramiento en protestas sociales.
En cierto modo es un retrato de artista cachorro, o de artista adolescente, con sus cargas de búsqueda, sinsentido, goce, crueldad e ingenuidad. Pero más llamativo que eso es la estrategia narrativa, que retoma la forma medieval –italiana, toscana– del novellino: una colección de historias en las que se juntan tonos, momentos, intenciones, para penetrar desde distintos puntos lo narrado.
Son ciento una historias –quizás para entroncar con las Cien Novelas Antiguas del Novellino anónimo de fines del Siglo XIII–, más la introducción. Están organizadas en dos conjuntos de “tacuinis”, que corresponden a los dos pueblos en los que transcurre la novela. Esos conjuntos a su vez se subdividen en capítulos –diecinueve, ¿como los años a los que llega o llegaría el narrador?– de tono antiguo en su titulación. Son historias cortas que, en general, podrían subsistir solas, pero que a la vez se ligan en un todo unitario, a partir de la experiencia vital del narrador, quien ha muerto, y, desde la libertad que le permite la muerte, reconstruye lo vivido. 
Unas historias son más interesantes y logradas que otras, claro. Algunas se quedan en lo anecdótico, también. Incluso –sobre todo en los extremos de la novela– a veces cuesta un poco seguir el curso de la lógica interna, establecer las relaciones, tener completa claridad del mundo que se nos representa. Pero eso forma parte –voluntaria o involuntariamente, como los defectos humanos– de la heterogeneidad de la novela, de su impronta de singularidad, e incluso –consciente o inconscientemente– de la forma del novellino. 
La retoma de estructuras acuñadas en los orígenes de la narrativa occidental, antes que retrotraer para anclar en el pasado la novela de Marco Polo –como ha ocurrido con otros ejemplos de las literaturas huilense y nacional canonizadas– la dota de actualidad, de libertad, de un sentido de cruce de caminos y artificio lúdico. Además, desde una mirada personal, la novela es una eficaz radiografía de un momento histórico, ejecutada con vocación de entretener contando historias. 
Lástima, eso sí –pasada la cubierta–, la incuria de la edición. El texto es como una edificación que requiere una limpieza general a cargo de un editor. Como está, muchos lectores se espantarán. Ojalá se le haga una próxima y pulcra segunda edición. Pues, a pesar de la suciedad de ésta, la novela se sostiene, se mantiene, lo que es una prueba de su fuerza. H R.




ENTRE BLOQUEOS, PIEDRAS Y PALABRA

Mientras el paro Agrario hacía estragos en los habitantes del sur. La violencia de los VANDALOS se derrotó a sí misma. Sometían y encerraban en sus casas y sin provisiones ya, a los honrados habitantes. Los infiltrados lograban con ello, la desaprobación de la mayoría de los sectores. Como ocurrió con los embozados de la USCO. El repudio originó un protesta general contra los mismos, que terminaron quemando LOS PUPITRES NUEVOS de las subsedes del sur. La protesta por  redes sociales sí tuvo recompensa, cuando el gobierno nacional a través de su ministro ordenó la suspensión de la Resolución 970 del Ica.

En tanto en el Parque Santander, la Banda Sinfónica del Huila interpretaba los aires alegres de nuestra identidad campesina.


http://www.youtube.com/watch?v=M438LXUsclg












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