Haruki Murakami

Melancolía a los setenta





 


 

La edad con su melancolía de los 74 años no puede impedir dejar salir un poco la  humedad de los ojos, ni traicionarse al referirse a su yo con humildad, o con el atrevimiento retador de admitir la pequeñez o el inicio como escritor, con poemas que publicara de forma fallida alguna vez y que se atreve a mostrar ahora.

 

No hay otro lugar a donde se pueda ir a su edad, que a la adolescencia, para probar su calidad de humano también, por eso aquel relato de Áspera piedra, fría almohada  en un viejo libro de poemas, que una inesperada compañera de trabajo le dejara en su rústica edición, volvió a ser leído años después o siempre, para zanjar las diferencias entre el ejercicio sexual de una improvisada noche y el valor de una dirección vital al momento de ejercer también como escritora anodina, que resulta siendo una hermosa historia sobre el ejercicio del placer espontáneo en la edad juvenil y el imposible olvido de la palabra labrada ya, con tankas, una forma poética japonesa en un texto de formato humilde sin nombre, que horada la nostalgia de estar recogiendo los pasos. 

 

En Flor y nata nos narra un acto muy especial en sucesos que se tornan filosofía de vida, al asegurarnos que: “Las cosas importantes no se aprenden en el colegio”.

Porque ese circulo con muchos centros que le están enseñando, es nada menos lo que los franceses consideran la creme de la creme, en la que invertimos la mayor parte del tiempo y perseveramos, es lo que dota de sentido nuestra vida dejando a un lado la oquedad de lo inútil, para asumir el amor, la compasión, ejercer utopías y encontrar lo espiritual, para tratar de comprender desde dentro para explicárnoslo o explicarlo a otros, sobre lo que hacemos siempre y tornar sencillo lo que nos cuesta trabajo entender.

 

En Charly Parker toca Bossa Nova, inventa un disco para una revista y hace su reseña ficticia donde se atreve a unir la saudade brasileña con el jazz, la mezcla de audacia y fogosidad, cual si eso hubiera ocurrido alguna vez, para que el verdadero músico desde el mas allá de sus sueños le agradezca porque no tuvo opción de esa incursión a los treinta y cuatro años, cuando falleció, porque la muerte nunca deja de ser repentina y a la vez se arrastra lentamente como una frase musical y con un mazazo pone fin para el retorno a la nada. El autor nos deja ver su conocimiento cierto del músico querido por Cortázar y lo ficto se alarga hasta el sueño, aunque sea forzado el diálogo y el agradecimiento. La invención de la historia  no es tan difícil, ni inverosímil con su trama.

 

A los Beatles recurre, para notar como ha pasado el tiempo y aparece la nostalgia del fin, en los humedales lacrimosos de esas abuelas que fueron nuestras enamoradas. 

Y si el 64 fue el huracán de la beatlemanía, al escritor le ocurre lo que nos pasara a quienes en provincia no los escuchamos, pero si vimos el mismo vaivén de las minifaldas cuando alguna portaba el disco de moda, que treinta años después debimos diseccionar y aprender como parte de nuestra colonización cultural, para descubrir, que en Twist and shot, está La bamba y los listados de primeros lugares eran fruto de la repetición diaria por las emisoras, que pese a no estar en la onda y lo original, era además, interpretación de otros. 

Pero en ese ejercicio de la música también se aprendió el placer y el atrevimiento natural del sexo en un sillón y se produjo el agotamiento ideológico que lanzaba al suicidio. Por eso la música de los Beatles no deja de asociarla con el papel decorativo de las paredes de la época y con el surgimiento del Pop. 

Y nos refiere la historia del escritor Akutagawa que pierde sus fuerzas para seguir escribiendo y opta por el suicidio, La enfermedad del vuelo en su obra Los engranajes, que él recita a su cuñado, para rematar en el otro suicidio ignorado de su amor adolescente, que resulta con su tris de culpa, cuando nunca sufrió del apremio de estar Con los Beatles, en esos agotamientos que impelían al suicidio: 

 

“Mas cerca de los cuarenta que de los treinta, lo escuché por primera vez disciplinadamente y de principio a fin

 

La supuesta antología de los Yakult Swallows de Tokio, es la historia que más carece de pasión de todo el libro, esa de la que fuimos dotados desde la infancia, o en el ejercicio de nuestro deporte favorito y el equipo amado. 

 

A lo mejor es la traducción que permite la perdida o el entendimiento a fondo, de ese fuego del hincha en nuestros lares y por el contrario, son los traseros de varones los que emocionan al escritor, quien sin desparpajo dizque escribe un libro de muy malos poemas (Que se atreve a recitarnos),  cuando esas visitas a los estadios, no de beisbol y sí de fútbol, tenían su relación con el amor en nuestras vidas y hasta procuró la unión en pareja con esa niña que a través de su improvisada gorra, dejaba pasar el cabello fino prensado por el caucho y que pese a aburrirse épicamente, imitaba en un arrebato  con el puño arriba unida al grupo total del estadio, cuando como un resorte volábamos al azul del cielo gritando el gol, para burlar al padre, furibundo hincha de al lado, que ignoraba nuestro noviazgo.

Pero la admisión de la carencia de valor de sus primeras creaciones, es un gran atributo del escritor.

 

Carnaval es por el contrario la máxima expresión filosófica del autor en éste libro, que a partir de la fealdad y la belleza, equipara la máscara de un músico y el equívoco de lo hermoso y lo que ostenta fealdad:

 

“Su asombrosa fuerza de atracción le debía casi todo a su extraordinaria fealdad

 

La relación humana es el carnaval. El arte radica en poder llegar a quitar la máscara del otro o del mismo. Eso puede ser arte al momento de escribirlo o la certeza de la existencia de algo irregular en lo profundo, oscuro, que no concuerda con la hermosura de producir por ejemplo, música.

 

Schumann, el difícil Schumann, unido en la esquizofrenia y el arte por una máscara: 

El interprete de Carnaval se encuentra en la tesitura de tener que representar musicalmente tanto la máscara o capa superficial como aquello que permanece oculto bajo esta

Carnaval es por tanto una pieza variada, llena de aires diversos, movimientos y personajes desde Chopin, a Paganini con marchas y final molto allegro, con mariposas, valses y colombinas que muestran el festejo y el divertimento, mientras por lo bajo se nota el desarrollo de fuerzas malignas.

 

La alegría de los festejos es poco más que mera apariencia”

“Bajo su fachada de gentil hermosura se escondía un ser diabólico”

 

Porque todos absolutamente todos, llevamos puesta una careta que necesitamos para poder vivir.

 

Las confesiones de un mono, es el atrevimiento del escritor, para poder traernos alguna de sus elucubraciones finales y poder imaginar que el mono del que descendemos puede llegar a hablar por haberlo aprendido de un científico, donde se obvia la evolución y se ingresa a la magia de poder dotar a la bestia de unas capacidades de robar hasta el alma del hombre, como lo hace con siete mujeres.

 

En primera persona del singular, el escritor no va a defender ninguna postura o punto de vista de su ejercicio, sino aquella singularidad de actuar de forma improvisada y por tanto de manera circunstancial también ser acusado por una persona que lo conoce y él no. Otro yo es acusado con fiereza, sin poder determinar si en verdad nos encontramos en mundos paralelos donde vivimos otras vidas.

 

Marco Polo

Noviembre 2 de 2023

Altillo de Vilanova

Bogotá D.C.

 

 

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