KARL OVE KNAUSGARD
Escribir es sacar de las sombras, lo que sabemos
https://www.youtube.com/watch?v=5W362IHhMyM&list=PLbjrPsaK99P9eye6rjaXxP-T_c-NrWHb9
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Como
objeto parece elemental.
Cuando
nos acerquemos a sus 499 páginas
podremos divagar, regresar a lo visto y conocido y considerar la novela leída
como un reguero de frases que casi no cuentan nada.
Debemos
recordar lo dicho por el maestro Benhur, el amigo, a raíz de la presentación
de “Armas de Juego” en Neiva. Su conocimiento de la teoría de la novela
Europea, la comparación de la literatura con la pintura en algunos aspectos “la nouveau roman” y esa forma diversa
de ver el mundo los objetalistas,
desde las cosas, desde los objetos impregnados ya de lo humano. “Lo que se
recuerda no es lo que se ve”.
Si, La muerte del padre, de Karl Ove
Knausgard pareciera tan similar a la novela que acabo de escribir en el tema.
Sobre
el padre. Sobre la muerte. Sobre la infancia.
Y
pese a que en uno y otro plano se debate la ruptura de la forma frente a los
cánones, en ésta nos lleva a otras geometrías en la arquitectura de la
novelación. A un discurrir en medio del
mundo detallado por las cosas y los objetos, sin que importe tanto la acción,
como importa para cualquier escritor de nuestros lares.
Claro, pensamos en Perec.
Al
comienzo entramos en el tema como si estuviéramos en las puertas del ensayo. El
porqué se esconde el cadáver, a lo público, aceptando que “Entender al mundo es
ubicarse a cierta distancia de él”. Por ello explica el autor, escribe 30 años
después del suceso de la muerte del padre. Es una forma de “verse” retratado
por Rembrandt en la parte posterior del cuadro, reinventado por los espejos.
Entonces
nos llega la certera y laberíntica palabra de Proust y allí vamos a recuperar
el pasado en la forma como el autor lo interpreta y como ya no se hace hoy.
“ … comprendo que precisamente lo
repetitivo, lo encerrado, lo inalterable, es necesario porque me protege, porque
las pocas veces que lo abandono, vuelven todos mis viejos tormentos.”
Esa
es su forma de aplicarse al arte de vivir. Es la única forma de retener el
tiempo que se comienza a escapar licuado por entre sus dedos. Por ello, ni la
familia, ni la felicidad, son el objeto de éste libro. Quien escribe ve a sus
hijos como los invasores de su intimidad y por ello confiesa que: “Se me saltan las lágrimas cuando veo una
hermosa pintura, pero no cuando miro a mis hijos”. Entonces nos da la
impresión en las primeras cincuenta páginas, que el autor no sabe para donde
va.
Le
importan mas las cosas que le van dictando su esencia, que le enseñan al ojo,
de vuelta, es un relato no apasionado y mas bien enumerativo de sitios y cosas
por las que pasa. Por ello aquella primera experiencia vulgar de trasgredir siendo joven la prohibición de
tomar la primera cerveza, ocurre cuando han pasado mas de cien páginas. El
autor quien ha estudiado historia del arte, se deja llevar por sus teorías y
quiere expresar en su primera novela la certeza de ser auténtico, una de las
obligaciones de cualquier escritor. Es
mas descriptivo de las cosas porque ellas contienen la esencia del hombre que
las pintó así. Al rayar la página 200 el narrador – personaje, se torna en el
joven ingenuo de cualquier lugar del planeta, habitante de Suramérica o de
Noruega: No se conoce ni el pene. Y lo mas osado que intenta realizar con su compañera
de clase no llega sino a la eyaculación precoz. Y narrando esos días se atreve
a resumir, que “ En aquellos días
ocurrieron muchas cosas”. Y las dos o tres que cuenta, son que
efectivamente se enamoró, como siempre de quien no debía y que su padre le pegó
a su madre. Y con ello se incluye en nuestros propios relatos.
En
la segunda parte, está la muerte de su padre y la finalización de la novela que
no sabe hacia donde tirar. Uno de sus cercanos personajes le insinúa: “Tienes que contar algo”. Luego de leer
el manuscrito. Pero cae en cuenta que apenas si recuerda algo de su infancia.
Y es
cuando nos espeta con la frase que da titulo a ésta reseña:
“Escribir es sacar de las sombras, lo que
sabemos. No de lo que allí ocurre.”
“Escribir trata mas de destruir que de
crear. Nadie lo sabía mejor que Rimbaud.”
“Yo no tenía historia”.
Con
ello nos adentramos en ese concepto existencial, clasista que nos regresa a la
Beauvoir, de que la gente feliz, la europea, la que lo tiene todo en Noruega,
como el narrador.
Todo
en lo físico.
En
lo espiritual.
Solo
carece de la historia personal.
Está
despojado únicamente de la historia
para referirla a sus lectores.
Los
sentimientos y la vida interior solo sirven para dar color a las cosas. Lo
humano ocupa todo. El artista juega, todo es la idea. Y lo único que queda es
el lenguaje. “La muerte está fuera del
hombre y fuera de la vida, pero no está fuera del mundo”. Y es que el autor
nos asegura, que el primer cadáver que ha visto en su vida es el de su padre.
Es el entorno el que da forma a lo que escribe. Como el grito de Munch, es la
apropiación de lo humano. Y la vida se va convirtiendo en recuerdo con las
manecillas del reloj. La realidad surge
del lenguaje y por ello un día como Joyce, puede pasar en 100 o 700 páginas. Y
los seres humanos no somos mas que formas.
Una
teoría de la novela de comienzo a fin.
De
toda la utilización de la palabra debe surgir lo humano.
Porque
ni siquiera contará el suceso del funeral del padre.
Pero
si su sentimiento frente a las cosas.
Es
el grito de Munch.
No
es un libro común y corriente, es la expresión de sus propias teorías lo que constituye
su primera novela que pretende en conjunto ser monumental y al final de las
cinco mil páginas conocer algo de lo que sabe.
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
21
de Febrero de 2015
Bogotá
D.C.
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