Marco Polo

 

OJO DE TIEMPO

¿Otro libro raro?






                                                              https://youtu.be/JWqmH0UO0Ac




 

“Mas allá de la sepultura , seremos todos hermanos nuevamente”

 

D. Defoe

 

Para quien está dedicado a los libros, una cuarentena de dos años, es como el disfrute involuntario de Cervantes para crear estando preso, o la productiva reclusión del veneciano en una celda carcelaria para dictar sus aventuras. Ahora, sin guardias ni presiones, cuando en la última docena de años se ha dedicado a educarse o investigar de manera autodidacta los libros, incursionando en la teoría de la novela, obtiene impulso para crear un blog con imagen y voz y sabor a Mistela huilense, como la luz directa que penetra al altillo para redirigirla a hipotéticos lectores imaginados como ávidos de aprendizaje.

 

Los libros leídos y sus enseñanzas, se van acumulando, saliendo y fijando conceptos que permiten llegar al atrevimiento de elaborar un texto propio con su dirección y poéticas personales, aunque aquellos a quienes dirigiera esos textos, ni siquiera tuvieran la intención de apreciarlos.

 

De ahí concluir, que para escribir una novela no es necesario pegarse a un canon. La ley de la novela  es negar la ley, con la visión del autor que se hace anárquica, como si se dijera a sí mismo, “Quiero decirlo de otra forma”, porque todo está dicho.

Y las pequeñas cosas se hacen fundamentales en la cuarentena y se unen a las más oscuras de lo humano.

 

Quisiéramos probarnos que podemos vivir con el elemental abrazo diario a la pareja luego de la ducha y la loción, con el diálogo sobre la lectura del libro que se leyó en la madrugada, con la necesaria crítica a la mentirosa noticia de la cloaca televisiva o de redes.

 

Y nos atrevemos a sembrar una planta, que por algo nos antecedieron en cuatro mil doscientos cincuenta millones de años para que nos refresque el aliento y nos enseñe la ilusión de verla crecer y dar fruto día a día en el encierro. O elaborar pan, o hacer queso a partir de leche industrial como si estuviéramos regresando al origen del mundo, y el libro como un artefacto perfecto ilumina desde la historia de las pestes de Boccaccio, Manzoni, Defoe  o Camus, hasta lo recóndito que brota de la muerte general, temida por los que sólo rezan y no quieren ir a Dios porque para ello deben morir, y de forma irónica el recircular de lo viejo hace que tengamos la certeza de que nada cambia, si cambia todo.

 

Quien busque el libro convencional en éste, está perdido.

 

Quien crea que se elabora una teoría de la novela, para escribir de la forma como lo hiciera tal o cual escritor es negar la propia aptitud de cambio que proveyeron las cicatrices, los viajes reales y los libros.

 

¿Y por qué utilizar  la técnica mas experimentada?

 

El cuento, la crónica, el ensayo, el relato y, ¿compartimentarla?

Porque es lo que desarrollamos desde infantes. Y en la madurez ver al niño allá en las primeras páginas, no es un pecado sino la recuperación del paraíso sin tiempo. Sin intimidarnos por refrescar la memoria con algún recuerdo. Sin temer a que nos digan despectivos, “son vivencias”, porque si la novela no las tiene, carece de vida. ¿Y el personaje central de donde sale? De algún lado etéreo, del costado del libro anterior sin que por usar el yo, se crea que ese yo no puede ser el otro. Ese que en la búsqueda hemos ido encontrando, ese múltiple yo que posee quien intente conocer lo humano.

 

Y el viaje a lo humano se concreta cuando viajamos a otros mundos, al menos a otros pueblos o la ciudad capital, así sea contiguo al de donde nacimos, para comparar y aprender que las diferencias proveen de novedades y alegría al deseo de crear.

 

¿Y por qué desechar lo que más se conoce?

 

Por simple falsa erudición. ¿Por simular academia? ¿Por repetir a los que ya cumplieron un ciclo en la literatura universal? Lo propio, lo personal, así se niegue  en esos pedazos de espejo que forman nuestro rostro, no son otra cosa que la esencia de lo que podemos dar, en años vueltos una historia. Solo podemos dar, lo que ya es del otro. Y ese otro también habita en la piel del que escribe y los años de la creación no separan, sino que unen.

 

Es posible que al decir “estos textos” en la contraportada, se gire al equivoco de pensar en escritos inconexos. Porque quien reseñó  lo hizo sobre un texto inicial. ¿Acaso no hay unidad en el caos? Los capítulos están unidos desde el siglo pasado hasta los últimos de estos nuevos años del presente y es probable que no se pueda escribir sino un solo libro.

Y ese libro son todos los libros o las páginas disgregadas de un autor.

 

El niño que viaja. El niño que regresa, no al pueblo sino al futuro, es un buen personaje para conjugar ese tiempo que se licúa por los bordes de la página. Y si ese personaje tiene el nombre de otro, salido de anteriores páginas, nuestro aserto se confirma cuando la búsqueda que observa el nuevo texto, es una de las mayores carencias del colombiano, su olvido de la piedad, su perpetuo navegar con el sabor de la sangre y la muerte.

Aquí Milos, es salido de otras páginas. Que regresa a la ciudad, no al pueblo, que crece y madura y ejerce la profesión en la provincia, y llega a conocer la patria.

Al mediar el libro, es quien escribe en viejos cuadernos que llevan el mismo nombre del mencionado en un libro anterior. El Milos escritor, va y vuelve con su historia a las calles del ayer y al futuro y refunde el tiempo.

Sí puede ser un alter ego.

De cuantos personajes ha encarnado su yo en el crecimiento.

 

Pero la pobreza económica del personaje, no lo limita a la continuidad de la misma, sino a su propia superación y por ello, ese niño se profesionaliza, crece, y llega a ser un escritor y desde el futuro vuelve a escribir sobre el pasado, para recuperar la esencia perdida. Y aparece su nombre de personaje de libro anterior, al que debe hacer un seguimiento para relatar de qué manera un autor, busca en otros libros, en otros viajes, y dentro de si, los argumentos para intentar crear  su obra tan certera en el instante de la creación, que es su propia ofrenda al lector.

 

Todo se refunde. Lo empírico y lo racional. Lo trascendental con lo jocoso y lo prosaico. Lo cotidiano con lo imposible o lo onírico, que al final se puede conjugar, es la repetición de Kiev de nuevo esclavizada por Iván el Terrible.

 

Y sí, al leer “estos textos” se puede creer que tienen mucha distancia temporal uno de otro, pero el loco de siempre unirá su juego al creador del poema o al cuadro o al relato.

 

Un texto que gira y se desdobla, donde el cuento es una reseña crítica, o una reseña cuento, para materializar al final una teoría de la novela donde es necesario unir la ficción con la realidad.

 

Eso es éste libro, una recapitulación de atrevimientos.

 

Donde el siglo XIX, se hace XX y XXI y donde los vicios del poder y la infamia del gobernante deben ser detenidas por el consejo de un fantasma, para que a la manera de lo relatado por el nobel, se vuelvan a leer las escrituras del pasado e impedir la ignominia del dictador, que en doscientos años, ejerció una extraña guerra contra el pueblo.

 

Donde un poeta del siglo XIX y XX, sufra de la misma gripa española que mató a Cova y el único héroe de carne y hueso del Tolima grande, deba ser fusilado y no morir ahí, sino de nuevo sicariado años después, por los ganadores de la guerra de los mil días, o  que aún no hayamos podido dilucidar que esa misma gripa se recicló y nos envió a la mayor cuarentena de la historia, para escribir otro libro raro.

 

 

MARCO POLO

Ipanema, Neiva

12 de Abril de 2022,

30 de Diciembre de 2022.

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