ALICE WALKER


  

El color púrpura 

La reconciliación de género




Es una hermosa novela epistolar que avanza de manera muy agradable en la forma, cual si estuviéramos leyendo el diario de Celie desde que aprendió difícilmente a escribir. Por lo tanto, lo corto de cada capítulo da mucho descanso al lector de nuestros días viciado con los 240 caracteres.

La época, la post-esclavitud, con el comportamiento machista del negro que supedita los derechos de la mujer, como si sólo estas debieran seguir siendo esclavas y las leyes tan solo existieran para el varón.

¿Es aún peor, el trato del negro a la mujer negra, que el recibido de ésta por el blanco?

Parece una peste luego, muy luego de la guerra de secesión.

Shug una delgada mujer negra que canta en los bares, asume la defensa de Celie, aun en contra de su amante Albert, ahora convertido en todo un “señor”, un Mr. negro. 
Y surge entre las dos mujeres un gran cariño y respeto que se vuelve amor.

Shug pasa a ser la educadora sexual de la mujer negra que nunca ha experimentado un orgasmo con su marido impuesto y como amante circunstancial de aquella, prefiere indicarle el uso del clítoris en el ejercicio del placer femenino. Ella solo recuerda algo parecido cuando da de mamar a sus hijos. Y cuando su marido está en el ejercicio con la cantante, ella aprende a seguirlos acariciándose por vez primera, y llorando por su fabulosa liberación.

Es probable que mi cruda descripción contradiga la hermosa poesía que expresa Alice Walker en su novela, donde desaparece por su magia el tabú, y la mediación del eufemismo.
El capítulo es tan claro, fundamental y educativo que la doble moral y el puritanismo gringo alcanzan a Spielberg cuando éste se atreve a llevar la novela al cine, donde obra como machista, censor y puritano, porque las mujeres, mientras Celie cuenta como ocurrió su violación, se van haciendo amantes.


Nettie la hermana menor de Celie, es desalojada de la casa por el marido, al no obtener de aquella la sumisión y entrega sexual y ésta debe regresar al mismo origen negro, al Africa. A la esclavitud que impera allí a cargo de Leopoldo el rey Belga, contra los Olinka, por el hambre desmesurada al poder del caucho.

Cuando Celie se entera de que su marido, fuera de ser el causante del abandono de su hermana, impide que sus cartas lleguen a ella, entra en desesperación y deseos de matar y abandona su creeencia en Dios y resuelve que éste no existe, porque hasta la biblia lo muestra blanco y no pueden los negros concebirlos con un cabello crespo.

La sencillez de la forma nos lleva apasionadamente a un fondo arrasador.

Y las dos amantes lésbicas, se separaran para que Shug ejerza su última aventura. 

Lo delirante radica en que la unidad de las dos mujeres permiten borrar todo el poder masculino, siendo relegado Albert a la condición cruel de ser un miserable que no entiende el mundo, ni su objeto en éste. 
Y una mujer es quien lo despoja de su ensoñado, primer amor.

Si bien es esta un historia terrible, dramática, del maltrato no ya del hombre blanco sobre la mujer negra, sino del negro a la propia mujer de su raza, el tema trata de la post-esclavitud norteamericana donde la mujer negra reclama y pelea su sitio y al final el amor de dos mujeres, una de ellas Celie, la más desvalida y fea es reubicada con amor en el sitial que ha de tener cualquier mujer, desde entender su propio placer ignorado por los hombres, y ejercer el amor femenino aún sea con otra del mismo género. 

El “señor”, Mister. Vuelto el macho y luego despedazado  por las desvalidas mujeres amantes que al final lo admiten con su perdón y lo anexan a la familia.

Si hubiéramos visto solo la película de Spielberg hubiéramos encontrado solo la tragedia, pero no la reconciliación que tanta falta hace al feminismo en nuestros días donde el amor de dos mujeres enamoradas logran por fin reconstruir la verdadera familia.

Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá D.C.
20 de Diciembre de 2019.




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