EUGENIA CASTAÑO
“Emergiendo del tejido”
Con
el respeto que me inspira la mujer real, he penetrado un libro que intenta
aflorar desde un desordenado pero filudo diálogo de dos mujeres, castigadas por
la brutalidad masculina.
Buscando,
como hago siempre con cualquier libro, buceo y lucho en el desespero de la
autora por tomar la esencia de su denuncia.
El símbolo
que conecte su palabra a éste lector destinatario, como decía Borges.
Dos
mujeres hablan.
A
veces una le cuenta a la otra.
Otras
ocurre la comunicación de forma impersonal, desordenada, como si se tratara de
una coloquial charla, en una premura de contar las experiencias para desatar el
nudo oscuro de la vulnerabilidad.
Experiencias,
como toda una vida. Tomadas, copiadas de la inmediatez, a trompicones, que pareciera que el tiempo no importara, como
pareciera que no importa el nombre del personaje (descrito más que con su
propia desdicha), la ubicación, sino el recuento de la acción que pasó y que
vuelve.
Entonces,
la necesidad de contar, desaforada, atropella la forma y quiebra el relato.
Porque
las dos mujeres sienten que deben contar
las cosas para lograr su propia cura.
Las
historias nacen de sendas familias disfuncionales, a las que las une el mismo
padre, y la fraternidad de mujeres con infancias despedazadas, en ese destino
fatal que dota a las féminas del relato, con el sino exclusivo de la
procreación múltiple como medida de su maldición.
Identidad
nacional perpetuada no sólo en una época, ni por una raza exclusiva en medio
del caos sociológico, donde los personajes masculinos, son viles, perversos,
maníacos, depravados, esclavistas, pintados como un borrón de sátiro, cuyo
único objeto es la procreación y el vicio.
Las
peripecias de esas familias híbridas de nuestro surreal siglo pasado, contados
como una enumeración bastarda, donde no cuenta el número de hijos en la ciudad
e importa más, la loca búsqueda de formar pareja, en un país descuadernado,
donde el concepto de lo hermoso de una mujer, solo está dado a quien posea ojos azules o verdes y para quien
pueda comprarlos. Y donde el infante es un objeto sin infancia y con trocitos
de bondad en el recuerdo.
Las
mujeres víctimas sumisas, que llevan en sus hombros la depravación masculina,
giran con sus familias en un perpetuo círculo del fracaso, donde la lucubración
femenina al final, propone una pequeña teoría al momento de buscar el amor,
para desandar la perversa oscuridad del infierno vital que las arrasa.
Es
posible que al final haya encontrado el símbolo
que me llevó a dos de sus frases y sienta que el libro cumplió el
cometido propuesto por su autora y el lector alcanzó a ser tocado por la
emoción singular propuesta por alguna de sus páginas y se produjo esa
comunicación:
“Entendí que el cambio está en cada uno”
“Lo mejor es mirar cada vez más dentro de mí”
Eugenia Castaño, en su primera obra narrativa,
es una sensible y experimentada amiga de la vida y de tantos mundos visitados,
de ojos vistos, de miradas ocultas, de dolores vencidos, de intuidos futuros.
Su mano por el arte está abierta al autor,
al pintor, al poeta, al creador de música que moldea su noble corazón.
Su lucha, la que ha asumido por todas las
mujeres con su vida, con su atrevimiento, busca la reconciliación humana a
partir del cambio personal, tan necesario en éste momento para el país.
Estas palabras son mi grata celebración de
su labor.
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
Bogotá
D.C.
Agosto
15 de 2017
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