EL GATOPARDO
Agotó una sola vida
luego de 60 años
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, confiaba a
plenitud en la obra que había escrito. Porque era parte de su vida. De su
personal experiencia sobre sus ancestros y del ejercicio literario con dos
jóvenes, uno aristócrata(Gioacchino Lanza, adoptado luego) y el otro un
burgués(Francesco Orlando), a quienes procuró educar y acercar a las letras al
final de su vida. Sus rostros dibujaron las dos clases en pugna. El personaje
central fue la recreación de los apartes de la vida de su bisabuelo Giulio IV di Lampedusa. Y si la
interrupción de su vida en 1957, le impidió ver publicada la novela por parte
de la editorial que notara solo sus aparentes errores, luego, al ser un
bestseller, entró a saco por la obra que se traduciría a muchos idiomas y
aportaría como siempre el negocio editorial.
En
ocho capítulos, cada uno con sus respectiva escenas, llega la versión final de
su hijo adoptivo, con la entrada a la vista del lector, de un día corriente en
la vida del felino de formas elegantes, similar a un gato gigante, que se
transforma de onza en gatopardo leonado, para la heráldica y para la creación
del personaje.
Es
la visión de un hombre culto, que desde el siglo veinte, puede con su acento
crítico descreer de los cambios de poder, para regresar a los años de 1860 y
por los ojos de su antepasado, traernos parte de la historia de la Italia de
las dos Sicilias y “la revolución” de Garibaldi que con sus camisas rojas
liberales procura la unidad italiana, para entregarla de nuevo a Víctor Manuel
II, otro rey.
Contra
lo que se quiso creer en su momento, no es la apología de la aristocracia. Ni
reaccionaria la novela por partir de la visión principesca de Don Fabrizio. Es
la recreación de la decadencia de la etapa feudal, en el sur de Italia que no
muchos han podido contar con esa visión poética, sobre todo, a partir de su
propia piel y por ello.
Si
bien puede pensarse que técnicamente la omnisciencia nos está remitiendo a una
novela decimonónica, podemos asegurar luego de su lectura que la descripción de
Sicilia, se logra a plenitud, gracias al dibujo interno del personaje, a su
concepto político y a su forma pragmática de entender, que se encuentra al
final del ejercicio de su clase en el poder.
Esa
descripción con escaso diálogo, pero muy oportuno, dota a la obra de la
eficacia para darnos la visión de los reinos de Nápoles y Palermo, las dos Sicilias,
de aquella época del chaleco, el capote y el gibus, sustraída de la
aristocracia francesa, del dandismo y el refinamiento que impuso y quedó de
enseña para el mundo en París, gracias a Luis XIV.
Una
visión del siglo diecinueve con los ojos de alguien que vive en el siglo
veinte.
Y
eso le costó el inicial rechazo de la novela por el primer editor, que se hace
su gestor final. El hacer comparaciones del desarrollo del siglo veinte con lo
que estaba ocurriendo en 1860 en Italia, con la reunificación, que a veces
parece un error al sacarnos del cuento y comparar aquella equina velocidad con
la de un avión a reacción.
Donnafugata no es el castillo que hace
parte del tour por la Sicilia de la actualidad.
Es
el pueblo donde se mezclan el aristócrata decadente pero culto, Don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina y Don
Calogero Sedara el alcalde, el nuevo rico, el prestamista que hundió una clase
al adquirir las tierras de la aristocracia por encima de su insípida ignorancia
y ordinariez.
Y
esas diferencia son muy claras para el que está saliendo de su feudo y ve
llegar la nueva burguesía terrateniente. Como quien desciende del caballo y
deja su lugar. De ahí la ironía de la novela, la forma sutil como el avisado
narrador compara y critica, de allí el concepto gatopardesco para seguir subsistiendo en el nuevo régimen.
Montar
en él a su sobrino Tancredi Falconeri y casarlo con la hija del alcalde para
seguir succionando poder y economía de la teta de la nueva república
“revolucionaria”, bajo el camuflaje de la dulce Angélica Sedara.
Proseguir
vivo, muerta su clase, pero sin ser tocado en ese tranquilo palacio de Salina,
para poder expresar su sarcasmo:
“Si queremos que todo siga igual, es
necesario que todo cambie”
De
ahí el comportamiento conque los personajes ilustran la situación económica y
política, fondo expreso en el que se empeña Lampedusa
para que su escrito quede impreso en la mente del lector.
La
jugada política notoria, será un matrimonio que una y continúe en el poder,
esas concepciones del libreto político del autor con forma de insinuaciones, dan el tinte de un escrito con color
y sabor poético que alumbra y guía cada frase.
Persuadido
de la caída de su clase, el príncipe no admite siquiera ser parte del Senado y asume
con naturalidad su salida del poder como de la vida, usando la belleza de las
mujeres para el viaje.
Sicilia
es paisaje y clima ardiente y produce gente de sueño, que sigue dormida.
El
siciliano se cree perfecto en su orgullo, su vanidad insular es mas fuerte que
la miseria. Sicilia prefiere seguir durmiendo. Su orgullo
irá siempre por encima, pese a su ceguera. Se creen la sal de la tierra.
Y
las costumbres del pueblo y su relación con el poder y la iglesia, también van
de la mano del padre Pirrone, quien
pese a temer y también ser rescatado de los republicanos, vive al lado del
aristócrata y admite la circularidad del poder y la derrota.
El
universitario desprecia al maestrillo de escuela, los eclesiásticos se creen
superiores al laico, los jesuitas a todos los eclesiásticos, los yerbateros a
los sacamuelas y los médicos de los dos, los jueces desprecian a los abogados y
estos a aquellos y el literato abomina de jueces y abogados. Pero los únicos
que se desprecian a sí mismos son los labradores, hasta que aprendan a burlarse
de todos. Y resume lo que es y no es “la
revolución” para nobles y siervos.
El
que considero el mejor capítulo es el sexto. Hermoso. Y hasta allí debió llegar
la novela. Como de igual manera lo concibiera otro aristócrata, Luchino Visconti que llevó la novela al
cine.
El
autor alterna el esfuerzo de conservar los recuerdos, el boato de la
aristocracia en una saudade pulcra e irónica, dulce y amarga. La tenue
nostalgia de su vieja realidad, con la rabiosa de la novísima, encarnada en
simiescas figuras y en el ya desteñido oro, donde el cuadro de la muerte es una
farsa frente a los rostros y ropas ultrajantes de las mujeres.
Su
muerte será la muerte del mundo entero.
“ Sólo tenemos derecho a odiar lo que es eterno”,
el resto merece la piedad.
Como
si hubiese necesidad de hacer mas comparaciones animalescas, el mejor amigo del
príncipe es su propio alano, el dogo español Bendicó.
Con
él se inicia el relato y con él culmina, cuando rumbo a la basura, luego de
permanecer muchos años disecado, procura el derrumbamiento de los últimos
recuerdos que son reliquias falsas.
Porque
en sesenta años al felino Gatopardo únicamente
se le pudo sustraer una vida.
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
Agosto
30 de 2017
Bogotá
D.C.
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