“La gente feliz no tiene historia”
1 MAYO 2016
- 9:33 PM
El escritor
huilense
Marco
Tulio Polo
Para el autor del libro “Armas de
juego”, los conflictos de los seres humanos son los que construyen las
historias y asegura que la literatura colombiana no es solo realismo mágico.
Por: Jorge Consuegra.
(SU ULTIMA ENTREVISTA EN EL ESPECTADOR).
¿Están llegando los años felices del amor y la no
violencia?
No lo considero con absoluta
certeza. Una respuesta positiva al menos debe ser la admisión de la paz como
punto de partida de una nueva época. La transición posible entre el desenfado
de una clase en el poder por los miserables y el odio de clase propugnado por
la izquierda podría variarse en la medida en que se disminuya la desigualdad
social. La utopía del socialismo falló, como lo hizo el neoliberalismo.
¿Su novela “Armas de juego” es un homenaje al amor?
Sí. Ese difícil amor de los
colombianos acostumbrados a la violencia intrafamiliar. Silenciados e
imposibilitados para decir “te quiero”, entre padres e hijos. Entre las mismas
parejas. Un personaje que sabe callar sus lágrimas en el país de “los hombres
no lloran”, separados por concepciones de atraso emocional, que al final “Grita
el cariño” a su propio padre en una carta, que no lo es, porque se trata más
bien de recuperar la historia dolorosa de la familia condensada en un escrito
que debía ser la carta al padre: “Cuando uno es el amigo del papá, anda cerca
de la ternura” De otro lado, de capítulo en capítulo van dejando el rastro,
esos personajes que tienen derecho al placer y no lo saben, pero lo descubren
de las cenizas de su creencia religiosa.
¿Por qué incluir en su novela hechos violentos y otros de
ternura?
Porque la vida en Colombia es
eso. Violencia y ternura. Dolor y alegría. Llanto y sonrisa. Muerte y vida.
Guerra y esperanza de felicidad. Se trata de seres humanos. La vida no puede
ser siempre feliz o no debiera ser contada. “La gente feliz no tiene historia”,
decía la Beauvoir.
¿Por qué le dio a su obra ese título?
Lo había respondido sin redondear
la respuesta. En los días mas aciagos y oscuros de la guerra del narcotráfico,
de la guerrilla, de los paramilitares, el funcionario se pregunta: ¿Por qué los
colombianos somos así? Y se le ocurre que estamos hechos del mismo barro todos.
Entonces viene la introspección y se descubre que desde niños hemos jugado a la
guerra, a matar, y esos son en principio elementos que clarifican al escritor
la profundidad del barro de que estamos hechos desde la infancia.
¿Cuántos años se demoró en hacer la novela?
El proceso de investigación tiene
que ver con el proceso de vivir, en principio, para poder escribir. Entonces,
auscultar el interior del personaje para contar sus desconocidos recovecos, es
una investigación. La otra han sido los mismos libros, la extensa academia en
varias carreras universitarias, el amor a los libros y al arte y el ejercicio
de escribir desde los doce años. La redacción se desarrolló en unos veinte
años, y entre ellos podemos contar los del proceso de corrección que fueron
muchos. Iniciamos de una forma. Luego de otra. Reescribimos y tachamos
capítulos completos para encontrar la voz que contara con verosimilitud y
visceralidad, sin que fuera solo el llanto o clamor, sino que se escuchara esa
voz o recuerdo infante que contenía la sinceridad que lleva al texto por los
senderos de la ternura, de lo sublime. Con risas y tristezas.
¿Qué temas abordó en su primer libro publicado?
Creo que pueden ser los mismos
temas. El amor, la muerte, la desolación y la violencia.
¿Por qué le ha dedicado tanto y especial tiempo a este
libro?
Porque estoy persuadido, de que
se trata del homenaje a mi pueblo. Y al decir pueblo no solo hablo del Huila,
sino de todo mi país. Y cuando uno intenta meter a su país bajo las páginas de
un libro, debe haber mucho compromiso, sinceridad, valentía y arrestos para
equivocarse al mínimo.
¿Cuánto tiempo duramos con las armas de fuego hasta que
logramos las de juego?
Hasta la fecha cada colombiano
tiene su alma armada. El desarme debe ser de cada uno. A lo mejor mi optimismo
fue creer que al leer ésta novela, la gente comenzaría a hacerlo. Atreverse a
realizar la catarsis que el libro le facilita. Y allí caben todos los
sentimientos, para borrar el odio, buscar el amor y perdonar y entender que
todos como nación nos debemos mutuamente y merecemos pensar positivo en la
vida. Cualquiera al leer éste libro y si es joven, pensaría, estos personajes
si sufrieron y por qué yo no?
¿Usted qué quiere decirle a sus lectores con su novela?
Todo lo anterior. Que se atrevan
a desarmar sus espíritus, que busquen la paz dentro. Que perdonen. Que rían,
canten y lloren viendo un porvenir para todos.
Su libro es bastante voluminoso... ¿Así se lo propuso?
La propuesta, fuera de lo
anterior, era escribir mi propio Decamerón, y hasta que logré unir las cien
historias no lo vi concluido. Es un homenaje a mi maestro de cuento, Boccaccio.
¿Le quedó algo por fuera?
Los personajes no concluidos,
tienen su posibilidad en el segundo y el tercer libro de la novela. Por eso se
puede pensar en que faltó cerrar la vida de algunos. En la segunda parte se
recogen cenizas del primero.
¿Cómo ve la literatura colombiana ?
Me complace hacer parte de una
forma de contar distinta a la del realismo mágico. Conozco bien a Gabriel
García, lo leí todo, pero las cadenas de sus libros ya no me atan. Creo que los
costeños no son los únicos que pueden contar historias, y menos cuando un buen
colombiano que no busca la fama, pretende la solución de su espíritu en la vida
de todos, contándolos a todos. De todas formas siguen los conventillos, los
grupúsculos, los genios que no se atreven a leer mi novela por considerarse
pegados al techo de su ego, sobre todo si ganaron un premio tramposo. Pero me
gustó el último libro de Vásquez y así lo dije en la reseña que publicara
Libros y Letras. Es abogado y utilizó la fotografía como la usé en mi primer
libro en 1988, además habla, como yo, del rescate de la memoria histórica.
¿Qué está leyendo?
Un texto de Vila Matas sobre la
documenta de Kassel.
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