Andrés Caicedo




Que viva mi música

Si amamos la música y la salsa en especial y no sabemos bailar o tirar paso , lo único que nos salva de esa falencia es la creación de un personaje que lo haga. En este caso será la SIEMPREVIVA en contradicción con su deseo de morir joven y de ser quien lo reemplace en el arte de azotar baldosa.
Igual, si no puedo hilar una frase por mi tartamudez, lo mejor es no intentar la locución si carecemos de la disciplina de Demóstenes.
Peor, si “Mi cuerpo es una celda” y no puedo salir huyendo, debo escapar hacia dentro, porque corren los años setenta.

Para mí que ésta mona se llama Andrea y no María del Carmen Huerta.

El texto es un afectado resumen del surgir de la Salsa en Cali, por la barriada de los malevos y los drogos que terminan asesinando a nombre de la libertad a los mismos gringos, de quienes cantaron sus canciones en inglés por el arribismo clasista.
Entonces es la cultura de una clase media, pobre, relacionada con los drogadictos de dinero que a su vez se relacionan con cierta clase media hacia arriba y con músicos que no producen sino ganas de “meter” marihuana, cocaína, pepas, LSD y hasta diazepan y hongos.

Es un cuento de locura. La psicodelia usada para narrar, no para cantar.

Un testamento de desamparo, de carencia de identidad, de necesidad de desaparecer, pero no dejar de ser niño. Lo cual es poético.
El monólogo a veces es volátil como la música. Otras sectario, al afirmar que solo su gusto es lo mejor. “quiere imponer hasta la miseria por el hecho de ser autóctona”. Amar a los Rolling, pero aún mas, despreciarlos por Brian Jones a quien considera su fundador y “monito bello”. Lo demás no es nada. Su falta de seguridad lo impulsa  al final a cantar para siempre una frase de la canción de su interprete mas odiado de forma inconsecuente: “Lucerito porque has perdido tus raros encantos, en la tierra, allá muy lejos escucho tu canto”.
Será porque la música no es paisa, ni colombiana, ni cubana y solo “es nuestra” por los interpretes nacionales.
Debemos reconocer que su estilo es muchas veces descuidado y pese a estar usando una jerga caleña, se notan las improvisaciones  erróneas del lenguaje.
De política ni fu ni fa.
Señalar como burguesa a su personaje es la demostración de su carencia de herramientas sociopolíticas, que no compensan el anunciar la lectura en tres medios días, de El Capital  o la alusión al segundo libro mencionado, “Los de abajo” de donde saca su gramo de cocaína.
Es ridículo.
Los burgueses sabían inglés y María del Carmen estaba condenada a ser ignorante y solo desplegar el color de su cabello, pero no fue a Harvard, ni Cambridge ni Oxford. Y los Hispanos, Graduados y Corraleros de Majagual no eran ni serán jamás el símbolo de la burguesía colombiana.
Al final la voz de “la Mona” se pierde y la reemplaza el ambiguo Ricardito autor.
En sus últimas páginas, esa voz es borrada, la de la Siempreviva, para tejer en una serie de “moralejas” una supuesta poética. Que no deja de ser la poética de un cobarde. Porque María del Carmen lo aseguró atrás, “Quiero ser un ejemplo” de esa vida desbarrancada, pero atrevida, de la mujer con más capacidad de resistencia que la de los hombres, que enfrentó hasta el crimen.
No la del que no quiere enfrentar la vida y seguir siendo niño.
Del indisciplinado, de ligar la corrupción a la frescura infantil, para seguir cobrando el cheque de su manutención a los padres, e incitar a la quema de los libros y el cine y  preferir la música, antes que cualquier responsabilidad que se nos exigió tanto a “los culimbos” de la época. Que deben obligarse a no ser parte de ningún gremio para no ser definido. No dejar que nunca te vuelvan mayor, porque siempre debes tener padres que te alimenten. Dar por hecho que nunca lograrás la “normalidad sexual”, nunca existirá la  comprensión del sexo opuesto. Por ello hay que practicar el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal. Y para la timidez la autodestrucción. Muérete antes que los padres y serás Siempreviva.
Frases de una novela que tienen un peso irreal o negativo, para cualquier lector actual, del siglo XXI, donde la misma infancia ha rebasado las barreras sin puerta de los closets de hoy y los supuestos apetitos amorales. Y las leyes que dan vía a la igualdad de los gustos, al matrimonio homosexual y al derecho a heredar y adoptar la ubican fuera de contexto histórico o del atrevimiento y la denuncia y la hacen un llover sobre mojado.

Debemos entonces recurrir a lo exógeno de la obra. ¿A la verdad de las mentiras para señalar su real valor o la farsa mediática?

Es la reedición de su obra a la que hemos penetrado en 2012 y ahora.

Si los años setenta tuvieron oculto su real valor. Si en realidad lo tiene mas de cuarenta años después. Entonces por qué los lectores de aquellos años no aportaron el reconocimiento necesario al autor, en pleno Boom literario que se desarrollaba y ahora reclaman su segunda oportunidad, mas comercial que otra cosa. Similar a tanto negocio con autores muertos.
Cómo no hubo literatos en su época que defendieran “la vida” de Oscar Wilde, de Proust, ni Lorca mucho menos la de Roger Casement. Aquellos rehusaron hasta su saludo.
Aquí, el temor a discrepar de Gabriel García era evidente y hasta tabú, antes que defender una obra contraria al realismo mágico, que lo mantuvo sepultado y en paz.
Porque Mayta, es el primer homosexual revolucionario latinoamericano y marxista, que no podía vivir en la Cuba de Fidel, más homofóbica que el procurador actual y debió hacerlo en las páginas de la atrevida pluma de Vargas Llosa, un real hacedor de verdades de las mentiras.
Hoy, por fortuna, en Colombia contamos con verdaderos maricas valientes como Vallejo y Álvarez Gardeazábal que antes del suicidio, abrieron el closet de sus denuncias para señalar las injusticias nacionales.

Es que en éste evento de la novela de Andrés Caicedo, en apariencia; el autor luego de ver publicada “la obra” se suicida. Contrario a la historia verdadera que prueba que tal atentado contra su propia vida  era el común y corriente de una depresión por las drogas, repetido en dos oportunidades anteriores.
El Ricardito miserable al ser internado en San Isidro, nos informa de su recurrencia y la voz del autor nos aclara definitivamente:

“A eso del 26 de mayo cometí un segundo intento de suicidio: me tomé 125 pastillas de Valium 10 y si no es por mi hermana, que viajó oportunamente de Cali a Bogotá, me toteo. Como 15 días antes me había tomado 25 de las mismas y cortado las venas con toda la seriedad del caso, mi familia decidió internarme. Motivo: cumpleaños No. 25 en septiembre de este año y terribles celos por Patricia, infundados todos, pero es que es la primera vez que me enamoro y la experiencia ha resultado tenaz. Pero bueno, ella me ha visitado dos veces y me llama todos los días y me ama muchísimo y yo ya estoy alejando de mí la idea del suicidio. Llegar a viejitos tocará, hermano”(Tomado de  Felipe Van de Huck, “Suicidio y Consagración”)
Su tercer intento, fue su suicidio. Pero pudo haber sido el cuarto o el quinto.
Con lo anterior queda probado que Andrés Caicedo no quiso ser un santo, ni elaborar un culto, mucho menos ese altar mediático que hoy se pretende desarrollar.
Porque en últimas lo que mas quería, era seguir viviendo y escribiendo así hubiera renegado de la literatura y el cine en su novela.  Es coincidencia lo enunciado en su obra, sobre, que no quiso crecer o definirse. Pero no motivo calculado para hacerse a un nombre de poeta maldito. Y allí vemos su reedición, la propaganda desplegada y una película sobre su novela que no ha gustado mucho por corresponderse un tanto con el libro pese a ser su interpretación.
El agregado de novela de CULTO se lo hicieron sus amigos hoy, no en la época en que se publicara, para hacer de Cali un nicho, como el de la niña Omaira Sánchez en Armero, donde al lado de su tumba se leen, (igual que en El Camino de Santiago por toda Europa, cuyas iglesias se plagan de vísceras de santos y pequeñas lápidas con la frase de) “GRACIAS POR LOS FAVORES RECIBIDOS” de milagros inciertos como los que hace El Renco, el chusmero huilense, desde el cementerio de Neiva.
Uno de sus amigos cercanos, Jaime Manrique, confiesa que no había resuelto su gusto sexual:
(“ vivíamos una sexualidad atormentada. Yo todavía tenía un pie metido en el armario. Le ocultaba mi homosexualidad a mi familia y a muchos amigos). Andrés le coqueteaba a la bixesualidad y actuaba como un adolescente andrógino y asexual(…) Cada una de las veces que nos encontramos a solas le expresé abiertamente la atracción sexual que sentía por él. Para mi frustración, Andrés no estaba interesado, aunque tampoco me rechazaba”(…)
Sin embargo nuestras diferencias, en vez de alejarnos, sirvieron _ya que el sexo no era una opción_  para cimentar un lazo emotivo pasional. La última noche del Festival dormimos en la misma cama en una pensión de Bocagrande. Por horas medio borracho, intenté en vano de hacer el amor con él. Andrés se resistió todo el tiempo, sin perder su sentido del humor. Finalmente me venció el cansancio”
Tampoco y por iguales razones temporales, se debe admitir  Que viva la música” es la primera novela urbana,  porque ese engendro de lo urbano y rural es inocua discusión y las alusiones a su Caliwood no son otras, que Versalles y el parque O´Higgins, el rio Pance, el nortecito, la avenida Estación, Sears, la torre de Cali, el viejo teatro Bolívar y la avenida Sexta, el Panamericanete o el San fercho o el parque de las piedras, Xamundí, o la Cumbre en casi ese órden, que agradecemos traer a nuestros días,  como una simple y llana escenografía para su relato.
El ego superlativo que da la droga, simplemente lo eleva por encima de la SIEMPREVIVA, será para que aunque, muera la música, viva yo.
Marco Polo
Altillo de Villanova

Bogotá Mayo de 2012-15

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