CARLOS ORLANDO PARDO: EL PIJAO DE LOS MAESTROS CONTEMPORÁNEOS
“EL BESO DEL FRANCES”
https://www.youtube.com/watch?v=2SwWvfVjOiY
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“La vida es una larga lección de humildad”
El
siglo XIX se licúa al final de sus años, en sangre fratricida y encuentra la nostalgia de
tres seres: Un extranjero Francés, arquitecto, con el sabor oscuro del terror de la revolución francesa y la
caída de Napoleón, oteando el paraíso perdido. Una mujer buscando el paraíso de
sus creencias religiosas en pugna con el sabor de la vida real, frente al mas
allá y el colonizador antioqueño migrante eterno de la montaña buscando la luz
de tierra nueva, tocado por la profundidad de sus conocimientos de la guerra y
el humanismo, coinciden en el mismo punto de salvación, del aire claro, el rio y
las nieves perpetuas de la patria.
Las
voces coloquiales teñidas de la poesía del sabio tolimense, desgranan
profundidades en el laberíntico sabor a cuento popular, a tradición, a ficción
de lo real, a mito lejano donde la guerra, el dolor, la persecución y la
desolación humana encuentran cobijo en la montaña.
Salta
la historia del país, con el fragor de la lucha independentista venida de
Francia, de Bolívar a Mosquera, de Robespierre a Napoleón y luego la putrefacción de la sangre hermana,
perdida en el rastro coagulado de ideologías sacras o liberales en pugna.
Un
Dios derrotado por el hombre, un infierno real en el llano grande y la montaña de
refugio. A lo lejos cuenta esa voz o la otra, frente a la tierra para pelear la
última batalla, la de su posesión. Y es el amor por encima del odio el que se
impone. Las ideas revolucionarias se aplacan frente al paisaje, a la riqueza
llena de vida en esos páramos melódicos con la algarabía de los pájaros que
permiten encontrar esos verdes prados, o una meseta para sembrar la esperanza.
Allí nace un pueblo, de forma espontánea con mediciones atrevidas. Con unos
hombres sin tiempo que se hicieron sabios sin cronología.
La
nostalgia de la novela, ocurre por la pérdida de lo humano, cuando el hombre
no concilia, para debatir en el sosiego del campo.
Porque
la historia está llena de fechas, pero la de estos hombres vueltos oralidad y
palabra, parecieran tallados en el fondo de la cueva platónica, en el ruedo
familiar de un atardecer con sus taburetes recostados a la pared, frente a las nuevas generaciones de
escuchas del Tolima grande.
De
los enfrentamientos, sólo queda una agonía de lo humano. Porque la tierra
prevalece sobre la muerte.
Sus
personajes entienden que la felicidad radica en perseverar, como la tierra.
Los
tres personajes centrales de la novela lo intuyen y llegan al mismo sitio del
soñado paraíso, donde se admite la
palabra y el reclamo civilizado. Como el nacimiento del derecho en ese vórtice de tierras
baldías, premio del colono. La farsa que inventó el hombre para suplir la
guerra. La civilización que ha impulsado la necesidad del sosiego, vuelta ley.
La
muerte es vencida en éste cuento, por lo valioso de esos hombres que procrearon
un territorio para vivir en paz. Los criminales desaparecen en sus nombres al
escuchar el nombre de Isidro, Desireé o Mercedes.
Y si
ésta tierra fue irrigada por la incontinencia o cistitis de una monja, es
porque el miedo es el patrón de vida de los colombianos hasta nuestros días.
Las
costumbres, aforismos, comidas y sucesos del siglo XIX se recuperan desde la capital a las laderas
del volcán.
Así
la regeneración haya sepultados por muchos años la esperanza humana, las buenas
ideas de esos hombres sembrados en el Líbano, reprodujeron de forma viral
nuevos gritos libertarios. Porque pese a las luchas intestinas, al menos se
abolió la esclavitud y las voces de los bandos se escucharon mas claras. Y si
la confrontación por la tierra sigue existiendo aún en ese paraíso, los
personajes entienden que en el fondo queda la esperanza de una de las frases
que el narrador tira al aire, para que el escucha la grabe en bronce:
“La
vida es una larga lección de humildad”.
Si. Persistir es la felicidad. Lo he dicho en otro texto.
Porque
en ésta novela, no es necesaria sino la idea que se tiene de una mujer para que
se materialice en la realidad. Y si el piano no tuvo la interpretación que justificara
por parte de Odilia, la odisea de su transporte, la Mona lisa se fue
dibujando y tornando en una de las realidades de la obra.
Y el
clímax de la novela no se da con el encuentro de los tres, porque la onda
explosiva prosigue de largo, tumultuosa y casi sin final. Es el narrador desde
muchos puntos de vista que a veces interpela al espíritu de Isidro Parra en su
propia sesión, la de Desirée en su agonía, en sus últimos recuerdos. Por ello quedan nudos, Deus ex machina, por allí, que a lo
mejor nos hubiera gustado escuchar, como aquello del método para aprender
idiomas que uso el general, sin mas academia que un año de escuela.
Porque
la acción es interna, viene en las voces de primera a tercera persona y no se
desliza sobre el pueblo y sus calles, sino en los paisajes brumosos del
recuerdo, a la manera de la evocación de páginas, de anécdotas vueltas a
referir, vueltas a leer una vez corroboradas, que van uniendo fechas a sucesos
personales, para dar vida a lo quieto y oscuro de las líneas de la tradición que
nutre éste gran cuento que recupera lo oral.
El
final se desgrana para los tres, bajo la mirada resignada de Mercedes, que no
se porqué me recuerda dos cuentos, uno el de Gabriel García, ese monólogo de Isabel viendo llover y en Faulkner, el de la mujer que pese a estar muerta, sigue contando y mirando el paisaje por
la ruta de su entierro, mientras a lo lejos persiste el aroma musical corroborando: "Vivirás mi Tolima".
Marco
Polo
Altillo
de Vilanova
30
de Julio de 2.014.
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