El Dorado no alcanzado por Juan de Borja.
No podía otro tema ser más actual para un
huilense, que el descubrir de forma novelada la historia de sus ancestros,
sobre todo cuando desde el aparato oficial nos aprestamos a “celebrar” los 400
años de la tercera fundación de Neiva.
En “El otro Dorado” nos acercamos un poco a
esa necesidad. Claro, desechando las empolvadas y rígidas “Noticias
historiales” o “El carnero” de los cronistas de la época, que desde el punto de
vista español contaron “su historia”. En la voz clerical veían al monstruo
en el indio, y lo sagrado en lo español, y de las cuales además se nutre la
novela.
Entonces con cierta avidez nos sumergimos
en las 385 páginas de “El otro Dorado” de Guebely y podemos decir que la masacre de los Pijaos
que se narrará al final, pretende ser justificada
con el relato novelado del primer capítulo donde éstos indígenas al mando de
CALARCA, atacan y queman la ciudad de San Bonifacio de Ibagué y asesinan con
crueldad y secuestran hombres mujeres y niños.
La primera duda nos hace investigar, cual
de los varios JUAN DE BORJA es el personaje que tratará la novela. Entonces
entendemos que se trata ni mas ni menos que uno de los tantos nietos bastardos
de la descendencia de Francisco de Borja, uno de los santos coronado de los
“Borgia” como se traducen en Francia, y
eso ya aclara la oscuridad del apellido. El hijo del “tuerto” Fernándo de Borja
y Castro. Porque nuestro personaje no fue desafortunadamente el “escritor” de
los Borja, sino precisamente EL BASTARDO. Aunque por la época la sangre y las
letras se llevaban bien, si nos atenemos en forma mínima a lo que fuera don Gonzalo
Jiménez de Quesada.
Pues bien la novela se desarrolla como un
recuento de la vida de Borja en España y de su frívola oportunidad para salir
del anonimato mediante el nombramiento de Presidente y capitán de la Real
Audiencia de Bogotá. Narra la lucha entre su necesidad de poder y la del
encuentro de la verdad natural del objeto de la vida. Poder para exterminar al
último de los Pijaos, que le permiten entrever en el último instante , su monstruosidad.
Técnicamente, la novela se aproxima a un
ameno relato de ficción en cuanto éste es el “viaje” del hombre en busca de
aventuras que le aclaren su identidad.
De tal suerte que hilvanamos la historia
por el océano, y por el río de la Magdalena al final renombrado Huaka-Kaya, en
donde se notan las bondades y esfuerzos del escritor por narrar pausada y casi con fluidez el relato.
Cuando el rio se acaba, pareciera que la
novelación termina y nos regresa a los textos que citamos atrás en “rigidos” y
oscuros de nuevo, informes al parecer extractados de las paginas de la
historia. Entreveo entonces el cansancio del autor por terminar su relato y
su falta de “recreación” para la parte final que debiera ser la fundamental del
cuento. La novela se detiene y se cambia por páginas completas de los
textos que al final se citan como
bibliografía.
Para mi, la bondad del libro está en
plantearnos el reto de volver a la tierra para encontrar nuestra identidad.
No se trata de discusión alguna sobre “la
civilización y barbarie” sino de la puerta de entrada a la certeza de que el
hombre huilense sigue allí escondido, en UNA VERDADERA CULTURA no descubierta
aún, desde mas al sur, en esas
milenarias piedras de SAN AGUSTIN que nos retornan a la infancia en cuanto
entramos en contacto con ellas y con su vegetación, en esas voces que desde
allí claman por ser traducidas, y recrear el verdadero valor de una civilización
que existió 3.000 o mas años, antes de la llegada de lo "español". Y eso es lo que importa.
Ese debe ser el objeto de la “celebración”
de los huilenses, la tarea de los historiadores, la inversión gubernamental. Una obligada cátedra de "San Agustin y su arqueología".
Excelente! Gracias. Sobre la novela y el autor sugerimos ver y navegar: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_04_05_archive.html
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