AUDELINO VARGAS ROJAS

                                                               Calle octava combo de oro 
                                                    (La maqueta distópica del pueblo azul)
Es probable que si se hubiese concebido éste libro con una matriz o guía o género, se hubiera perdido en geométricas e inútiles explicaciones, como la que trata de encuadrar con dificultad para justificar su viaje al pasado mediante la socorrida máquina; que termina siendo una simple reunión virtual de un ciento de personajes contemporáneos que van entrando en la septuagésima casilla. 

Si optáramos como hice, leyendo primero la parte que da título al libro, nos parecería que se trata de un directorio de calles y nombres. 
Pero de inmediato y comenzando su lectura por el inicio, tenemos un vórtice de nombres sí, y lugares cuya dirección son los establecimientos comerciales (de humildes como el vendedor de jugos o tintos, al dueño del emporio de paños o al carnicero) con sus propietarios con nombre propio, como si el autor se hubiera propuesto exponer la teoría de que sólo los trabajadores tienen derecho de figurar en la historia, (contrario sensu a la de que la historia la escriben los vencedores), como si ese autor fuera un soterrado marxista.

Leyendo el libro como el escape de la pandemia, nos encontramos conque lo más valioso es la rotura de las clases sociales sin revolución, de esas que habitan ese “pueblo azul” como alguna vez definimos a Garzón: El médico comparte con el dipsómano, el pequeño zapatero habita con el fabricante de velas o éste con la Pita y con quien cobra la energía, y todos a su vez con Ferruco, Colepato o Jetejoco o Juan Charrasqueado, porque es un pueblo recreado por Audelino, el otrora miembro del grupo GOMA, para equilibrar su pasado a su presente de forma mágica, sin teorías ni presiones de poder. 

Así que el autor les deja a los garzoneños una perfecta pero espontánea maqueta plagada de sus elementales sueños de poeta, en el esqueleto de una ciudad, para que otros escritores asuman y tomen sus calles para hacer sus ficciones, o sus utopías en las que ya no cree. 

En donde la mayor actuación del obispo es investigar si existen o no las sirenas del “paso del colegio”. 

Y donde pareciera que fuera de los edificios de la catedral, los nombres de colegios y lugares religiosos, no estuvieran plagados del odio de Pio Nono o de aquel obispo a quien no dejaron franquear las puertas de la catedral y dejaron en el atrio. 

Como si se tratara de borrar la nefasta historia de poder que tanto escindió no solo al Tolima grande, sino al alma de sus habitantes con la guerra fratricida que iniciara la regeneración para crear su feudo. 

Los trabajadores y comerciantes son los autores de la verdadera historia que será recordada, muchos venidos del pueblo rojo (Aunque no lo dice así) a inventar estas calles que prefiere de cariño, hermandad y ensueño para donar a todos la igualdad tan utópica. 

Marco Polo 
Altillo de Vilanova 
Bogotá D.C. 
Diciembre 1 de 2024.

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