EN EL CENTENARIO DE UNA NOVELA.

CECILIA CAICEDO J.







 

Es licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de Nariño, especialista en Literatura Latinoamericana del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, especialista en Literatura Española del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid (España) y doctora en Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.

 


 

ARMAS DE JUEGO

 

MARCO POLO



La editorial Trilce publica en el año 2013 un volumen de narrativa bajo el título de “Armas de JUEGO”.   Dividido en dos grandes acápites: 1- Tacuinis de los barrotes verdes, 2. Tacuinis del pueblo azul. 

El autor, Marco Polo, proyecta su mirada crítica sobre la Colombia rural y de frontera leyendo el siglo XX de una manera aguda y novedosa. 

Está asumida desde  la referencia hipotextual de los cuadernos chinos, en los que se escribe  lo que va a suceder para adivinar. 

Esta obra del escritor colombiano nacido en el Huila (1952) está prevista desde la topia intelectual  referida por Marco Polo,  el italiano autor  de la novela “La descripción del mundo”, en una relación  hipertextual  que sólo se insinúa, sólo se sugiere

Marco Polo Salcedo, autor de “Armas de juego” se profesionalizó primero como Maestro de escuela,  se graduó después en Bogotá de Abogado en la Universidad Libre, profesión que ha desempeñado con holgura. 

Su gran vocación es la literatura, que ha ejercido como periodista cultural, gestor y de especial manera como  escritor. 

De Armas de JUEGO,  un texto que a mi gusto como lectora resume de mejor y más elevada manera el objeto narrativo de la totalidad de cuentos, estampas, relatos o narraciones es el titulado “El viaje de los perdidos”. 

Y me acojo a él porque hay dos lecturas que realiza nuestro Marco Polo colombiano sobre la realidad nacional: 

De una parte el escenario político en especial la guerra cruenta y la dominancia de la violencia durante la segunda mitad del siglo XX y el segundo nivel es la lectura alterna a la narrativa colombiana a partir de LA VORAGINE de  José Eustasio Rivera, igualmente huilense, que se publica en 1924 y está catalogada como obra cumbre de la narrativa hispanoamericana. 

Sin duda después de LA MARIA  el segundo hito narrativo colombiano es “La Vorágine” que también desarrolla una lectura política del escenario social de los inicios del siglo XX nacional,  en especial de la selva amazónica. 

Si se corren las fronteras académicas sobre el concepto de reescritura “Armas de juego” desarrolla elementos que bien podrían ser considerados como reescrituras de la Vorágine”, en tanto hay patrones explicativos de los nudos anecdóticos semejantes. 

En La Vorágine un padre,  Clemente Silva va a la búsqueda de su hijo por entre la manigua  amazónica. El camino de siringueros y traficantes de caucho realizados cuatro décadas antes, será vuelto a transitar para buscar los caminos de narcotraficantes de coca de las décadas   finales del siglo XX. 

En “La Vorágine” se establece una clara denuncia social y ése lo dice el mismo narrador es su objeto explicito, en “Armas de juego” hay denuncia no explícita sino implícita. 

La profunda diferencia consiste en que “Armas de Juego” está relatado desde los ojos de dos niños convocados por el alcalde del pueblo para ir de juego, ir de cacería

Los dos escenarios, el literario y el político se convierten en una reescritura de la historia política y literaria  desde dos maneras: lo rural y periférico y lo regional  en   relación a lo nacional.

Desde el campo literario los actores del relato son guiados por la selva por Clemente Silva quien fuera el caminador  de la amazonía buscando a su hijo Luciano en la novela “La Vorágine”. 

En este escenario de Marco Polo desaparece el apellido Silva pero se conserva el nombre y el rol en la figura de Clemente Mosquera, el más viejo de los expedicionarios que con 76 años de edad “ha sobrevivido y escapado a los padecimientos de La vorágine”, cuya acción la data Marco Polo   treinta y ocho años atrás. 

De suerte que el cronotopo que se conjuga entre La vorágine y Armas de JUEGO, permiten una focalización de mucha parte del siglo XX colombiano. Y lo más importante es la metaforización de la violencia.  

Porque en Armas de juego, los niños protagonistas creen con absoluta fidelidad estar jugando. Sólo van de caza dice el alcalde del pueblo. Por eso cuando los adultos se sienten perdidos en la selva se sueltan a llorar en tanto los niños dicen “para nosotros ha empezado la aventura” (p 97). 

La lectura de la violencia colombiana de la segunda mitad del siglo XX que mantuvo entre las filas de los distintos ejércitos enfrentados niños adolescentes campesinos se muestra en su dolor más íntimo entre el niño Cerro que decide ir a jugar el juego del alcalde huyéndole a la furia de su padre, un militar lugareño y la explicación del niño narrador a quien solo lo mueve la aventura como juego. La violencia está  vista desde la inocencia de esa mirada que podríamos llamar preadánica: desde la cual se explica que “se perdieron por no confiar en mi brújula de juguete” (97). Las dos argumentaciones de los niños agentes del relato pone en la lente del lector el conflicto de tantos niños en la realidad histórica que participaron en Colombia como jugando, como huyendo, como viviendo una vida por un salario injusto o simplemente porque reclutados forzosos y en consecuencia obligados.

Al final, con un fictivo autoral como narrador se lee: “caminamos por el infierno verde treinta y cuatro días y luego divisamos el gran valle de la Mansa. La tierra prometida por el alcalde que no sabemos si puede justificar el fin del juego” ( p100) 

 

Pasto Nariño.

14  de Febrero de 2020.

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