Gabriela Wiener

HUACO RETRATO

Un paradojal feminismo





 


 

La palabra acendrada, brillante del acero, domesticada y sencilla con el calor del fuego, taladra el pecho del lector, para escuchar como el tatarabuelo hurtó a finales del siglo XIX las huacas del Perú.

 

La mujer con rostro de la cerámica de color ocre, que marca una era de otros poderosos de los Andes, descubre su alma en el color de ese huaco, pero quiere romper la maldición de la colonización.

 

Su extraña forma de intentar la libertad, la reelabora en atrevidos y nuevos conceptos de la relación humana y el placer: El poliamor.

La relación de esposos en trío, donde dos son mujeres y sus reproducciones los “hijes”.

 

La crudeza para señalar acusadora al falsario ladrón como alguien que en la piel lleva al blanco y en el apellido el sabor del judío, que ha blanqueado su ilegal origen para ser aceptado por los franceses, a la postre receptores e impulsores de la expoliación en persona de ese tatarabuelo bastardo, originario de Viena y por tanto Wiener, que usurpó hasta las calidades del explorador arqueólogo y pudo fingir ser un Indiana Jones para engañar a sus patrocinadores que no solo inventaron la república sino la corrupción y el racismo.

 

Su libro, un grito fenomenal diferente, nos perturba aunque viene de una ciudad civilizada y retorna a la tierra americana de los Incas, para corroborar que aún no llega la justicia para los que arrasaron el Imperio de Tupac Amarú, donde al menos comienzan a borrarse las huellas depredadoras sobre los caminos al Machu Pichu imposible de conquistar por aquellos, quedando tan incólume como otro país civilizado tallado en piedra  sin el color de la arcilla robada.

 

Esa potente voz, baja su tono al regresar al funeral  del padre. Otro pretendido buscador de utopías que a la postre termina como otro hombre cualquiera que engaña a las dos mujeres amadas, de lo que pueden enterarse las hijas, en ese aplicado patriarcado con que se colonizó el sexo de la mujer.

 

Es la época del tatarabuelo igual a la del presente, donde su descendiente repite el engaño y la falta de lealtad como si adoptara las formas masculinas del patriarca otra vez, en el repugnante huaco erótico, cuyo sexo acalla lo femenino, para disolver en algo la solución de la pesada carga de la soledad y la discriminación.

 

La voz sudaca acalla o pretende hacerlo a los blancos, que ha penetrado su propia piel, asombrados, perturbados de enterarse que los “marrones” también tienen una voz tan potente.

 

Voz feroz, depredadora, sin concesiones que busca romper los lazos de su piel del pecado de la colonización, con una palabra aterradora y sincera como sus lágrimas de sangre que eleva como un brazo poderoso la figura del huaco erótico, paradojal y tan masculino que sigue perpetuando su propia rabia.

 

Marco Polo

Altillo de Vilanova

30-I-2022. Bogotá. 

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