De Karen Blixen a Isaak Dinesen


 

Dolor para fabricar máscaras





 

Sin conocer aún a Karen Blixen, debimos descifrar desde el cine, el enigma de la mujer chef parisina, Babette, que huye de la guerra y puede refugiarse y luego derrochar su buena fortuna y su alto sentido culinario con todos los miembros de un pueblo con miseria afectiva en Berlevaag, un pueblito yerto de religión de Noruega. Allí llega a alegrar la sangre con su vino y su generosidad. Esa es, su particular compasión por lo humano, uno de sus puntos de vista en sus textos literarios.

 

Al culminar la lectura de sus Siete cuentos góticos, resolvimos buscar el preludio de su escritura en los orígenes de su propia vida como la baronesa Karen Blixen en Africa, cuando precisamente debe abandonar esa tierra y su texto es el que escribiera de inicio como memorias o Out of Africa, que fue llevada al cine también, y de la que con su abundante gama epistolar redondea su dulce y dolorosa personalidad. 

Al dejar su granja, el descubrimiento del dolor en su interioridad la obliga a comenzar a escribir otros textos en otros siglos. 

 

Por eso resolví leer esta novela, (Memorias de Africa) antes de culminar mi reseña sobre los siete cuentos tan ponderados. 

Y creo que fue el derecho de las cosas. Porque de aquellos cuentos que han sido los más leídos, comparo, son la otra parte con que la autora ha seccionado su vida narrativa con la supuesta fantasía o irrealidad. Su personal evasión. Como si no deseara acercarse más al otro lado de su personal realidad de la que no quiere profundizar en aquel momento, sin esperanzas, paisaje o futuro.





 

Este libro por tanto es mas bien el pasado de dura realidad de la que deseó huir o  cubrir con herrumbre; la parte de su vida que escindía las profundidades de su ser y su literatura, la que debió esconder frente a su necesidad de crear una nueva y necesaria fantasía que no fuese similar a su vida en Africa donde arreció “una racha de mala suerte”  y buscar una señal que salvara su vida con una nueva irrealidad:

 “Los Kikuyus, en estos casos, no sirven porque sus ideas sobre la realidad y la realidad misma son diferentes a las nuestras

 

Por eso en todo su libro únicamente, cuando está con su vecina Ingrid a punto de partir, extinguida su propiedad y su granja, pudo apuntar la única frase en que manifiesta haber llorado por tantas desgracias unidas, porque Africa fue parte de su esencia y la piel indígena que rozó fue parte de la suya, donde aprendió otro tipo de safari sin animales sacrificados, donde se cambia el trueno del fusil por la poesía y el paisaje del nativo que se volvieron su pábulo espiritual con que canta esta tierra que aprendió a amar.

 

Su granja en Ngong, Nairobi, Kenia, aunque fracaso económico fue fuente de vida. El café sembrado a máxima altitud en las tierras altas traería la ruina pero permitiría destacar a Karen Blixen como madre diosa de Kikuyus y Masai. 

Allí naufraga en oscuridades para que podamos entender las diferencias entre la paz y el ruido, de donde salta ese profundo sentido de compasión a la vida, necesaria ahora y en esos tiempos de pandemia española:  

 

Noble el nativo, insípido el inmigrante”.




 

Msabú la mujer que nos pintó Africa con la dulzura de Sherezade y que el cine pudo dibujar en el tapiz de Sidney Pollack con el color de la pradera y la nostalgia fría de Copenhage vuelta olas de mar en la visión de la escritora. 

 

De allí que sus cuentos de hadas, debió escribirlos lejos de su Africa mágica y dolorosa, donde habla con muertos y transforma a un hombre en mujer, que como un amante conocedor prefiere guardarse su verdadera realidad para su afecto interior y resuelve llamarse Isak Dinesen con el que recibiera el nobel.

 

Y su esperanza en la tierra amada, es sólo el ínfimo deseo de ser recordada, en una palabra, en una ronda infantil como para el lector salta de las páginas que debiera ser, La leona Karen frente a los dulces antílopes que se toman su casa, y donde la ternura y el misterio vuelto, condensado en la gacela Lulú, nos trae la difícil o extraña ternura de una mujer que entendió y se hizo entender con gestos o frases invertidas por lo más pacífico de lo salvaje que permanece eterno: El amor. 

 

¡Qué página memorable la de éste capítulo!

 

Porque las cosas ocurren para el que sueña sin su interferencia, fuera de su control, dotada naturalmente del deseo mágico de curar que se vuelve real al imponer las manos sobre el dolorido nativo. Si hubiese sido llamada leona, se convertiría en una noble y bondadosa cazadora de ternura danesa venida de Elsinor a cambiar la espada y la venganza por amor y ternura.





 

La magia de su palabra la descifró objetivamente de los Kikuyus que se golpeaban contra las paredes de sus chozas para sacarlas, y que también sacaron su propio dolor poetizado, en esa palabra escrita y real que se hizo eternidad para el indígena, cuando pudo congelar para él en la hoja de papel, donde el pasado se había hecho historia con la impresión de su alma en un escrito. 

De allí aprendió no solo la magia sino la brujería de la tribu, que la convirtió de verdad en otro de esos desolados animales del protectorado inglés.

Débiles nativos que pese a haber experimentado la esclavitud, no pueden soportar el encierro porque mueren de inmediato, cuando su único cielo son una vaca y su cría.

Las Ngonas pagadas con rapé, azúcar y tembú (ron) eran danzas mágicas de poder para la tribu que socializaba la tradición con el blanco. Las razas árabes, somalíes, indias y nativas Kikuyu o Masai conviven con el inmigrante, que vino a quemar, atronar y romper la tranquilidad y el tempo de la monotonía del ritmo africano.

 

Denys el inglés de tiempos idos, amaba el arte pero era nómada, errabundo de su siglo, la era industrial lo separó de su realidad, amaba escuchar los cuentos orales de Karen, quien fue su Sherezade. Para él Bethoven era vulgar porque amaba la música clásica más profunda y los safaris donde su arte era matar, “Un disparo era una declaración de amor”. 

Pero se conjugaron, se escucharon y compartieron la soledad de la vasta pradera como si uno hubiera escrito sobre el castillo, en el que otro había soñado a Hamlet. 

Denys Finch-Hatton la hizo volar sobre Africa. 

Y cuando su avión cayó lo pudo enterrar en la colinas de Ngong, que hoy se conocen como colinas de Karen, la tierra de su corto idilio que desapareció también con la granja. 

El insigne estudiante y deportista de Eton y la baronesa danesa, como símbolos de un Trafalgar square, vuelto mar en la pradera africana donde descansa la pareja de leones sobre su tumba.

 

Isaak Dinesen la dejaremos pendiente cuando nos lleve a la descripción de sus máscaras, en otros siglos y personajes y fantasías que serán otra reseña de sus Siete cuentos góticos.

 

Marco Polo 

Altillo de Vilanova

19-XII-2021

Bogotá D.C.

 

 

 

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