Marco Polo

Fánor y Phánor

 


 

Este escrito se realizó bajo el título de “Fanor” en Febrero 19 de 1989 para la revista semanal PRETEXTOS, que dirigía Guillermo Martínez González(Q.E.P.D) en Neiva, siendo director de la Secretaria Departamental de Cultura y Turismo del Huila. El mismo que sería en 2013 editor de mi novela “Armas de Juego”. Refundidos, en esto de escribir y hacer arte nos encontramos con el personaje del pueblo, el pintor, el poeta y el narrador unidos por una misma causa, la creación desde la humildad. Este escrito hará parte del libro “Pequeña compasión” surgido en éste año de pandemia.

 

 

Fanor, foto enviada por Emel Mosquera

 

 

Puedes verlo, a lo mejor, tirado debajo de una supuesta tractomula en actitud segura de reparación.

Observarás, cómo con destreza gira los pernos con una invisible cruceta. Uno a uno hasta lograr sacar la llanta del eje donde previamente también, hubo de colocar bajo el mismo, un pesado gato hidráulico.

Escucharás desde su posición boca arriba, cómo va escupiendo las mismas sucias palabras de ayudante o mecánico cualquiera. A esta altura te sentirás atraído por los ojos de lunático y las desproporcionadas orejas de FANOR, con su rostro cuadrado y  cabellos ondulados en desorden.

Entonces ya no puedes impedir que seas llevado por la magia de un gran mimo que reproduce sin escenario, sin precio y muchas veces sin público la grandiosa tarea de asumir la grasa y el olor de la gasolina, para poner a punto su ideal vehículo, tan volátil como la imaginación, en milimétricos pasos, acordes con los sonidos reproducidos guturalmente.

 

Fanor por Phanor

 

Si lo interrogas, será sobre camiones naturalmente y sabrá responder tus preguntas alrededor del pinchazo o la molestia del carburador o bobina.

Te responderá perfectamente sobre el tipo de refacción que ha realizado, o sobre los repuestos a cambiar.

Fánor es un camión. También es el conductor de ese mismo camión. Pero claro, tiene cuerpo humano.

 

Lo seguirás desde el instante en que da vuelta al suiche y su voz lanza el ruido entre explosivo y metálico del arranque. Luego verás accionar la caja de velocidades con gran destreza ya que el suyo es un super camión y deberá elevar el número de cambios al máximo, en pocos segundos. Todo con gran sincronía.

Porque eso sí, carece de llantas pero es un camión humano. Una vez en alta velocidad, se desliza por el pavimento mientras lleva el volante con las dos manos y el motor y la caja en su ascendencia decibélica van saliendo de su boca.

En Garzón se ve de día o de noche a Fánor. Es un personaje reconocido por cualquiera de sus habitantes. Solo su nombre. Fánor.

 

No te asustes por tanto cuando viene resbalando de espaldas, es decir mirando solo por el retrovisor. Porque le encanta este ejercicio prohibido por el código de tránsito y transportes para las vías públicas. No es de temer. Se trata de Fánor quien echa reversa hasta en dos cuadras seguidas, luego retornará hacia delante a gran velocidad. Suele ir a tanquear o de parqueo a la estación de policía  por las noches y él mismo manifiesta ser hijo de un hombre de fortuna que lo arrojó de su casa y no quiso brindarle los más mínimos recursos en su infancia o adolescencia, porque su edad es indeterminada. Puede ser un modelo viejo pero reformado. Dice que nunca le permitió manejar todos los camiones de que era propietario y le tocó conducir su propia mula. Su corte es de los años sesenta.

Todo el relato sobre su historia, al parecer le produjo la aparente locura que le otorgó la magia para convertirse en un camión humano. Repito, puede ser viejo, pero es un modelo al menos propio de éste siglo.

 

 

 

 

Phanor Satizábal

 

Dos

 

El pintor es un hombre espigado. Debe medir dos metros. Flaco a lo mejor por su estatura. Es un bondadoso y empingorotado Ho Chi Min. Tiene las mismas barbas y trasegó caminos de colores mas profundos que la filosofía de Mao.

Siempre fue un artista que denotaba grandeza, por su mesura sacra al hablar de arte, aunque otras veces fuera una ráfaga en su voz. Dulcificándola, podía ir regando a borbotones todo el buen humor que denotaba su gran inteligencia nada suplicante frente a la irrefrenable hilaridad inmediata.

Hace quince años no tenía la barbita gris. Pero, sí idéntico buen humor.

 

Parece que logró el tono de la primera, luego de difíciles mezclas de color. El de su humor se hace cada vez más joven, y casi nunca requiere (para estallar de la risa) de alguna de las tonalidades de verde que suele crear en su paleta. El color de la barba lo logró al caminar por toda la patria. Por ser personaje de muchas historias, en búsqueda siempre de su propia identidad.

Contribuyó al color y al estudio plástico de los primeros números de una revista de arte, que tenía en su nombre un raro sabor a matemáticas y a laberinto con Passolini y todo: TEOREMA.

Fue un cubista creando y dibujando su logotipo, exactamente como una proposición lógica y como el laberinto con hilo y Ariadna. Recuerdo, partía del círculo.

Allí en la labor de producir la revista nos conocimos. Por esa época también hacía escultura y denotaba gran conocimiento del ballet y el baile folclórico. Amaba las bailarinas de San Juanero. Por ello también pude enterarme que fue discípulo de Negret en el Valle y que su tesis fue un tratado sociológico sobre los indígenas del Mira y el fantástico Yagé.

Precisamente alguna vez fuimos hasta la residencia de Edgar Negret por una rojiza y metálica escultura, también de caracol perdido, que pretendimos subastar, para financiar la revista en el nada pudoroso y si sugestivo café de Fanny Mickey llamado “La gata caliente”. Mas la contradicción dialéctica del arte de algún miembro, desechó el ilustre obsequio, por su roja forma de ser burguesa y su indecente movimiento circular.

Luego de quince años hemos vuelto a encontrarnos.

Ahora los profundos colores de una muestra relativa a “La Vorágine” constituyen su obra central en homenaje a Rivera, nuestro vate. Con “Madremonte” ilustramos de nuevo la portada del segundo número de otra revista: VORAGINE.

Precísamente la revista producida por la asociación de profesores de Español y Literatura a la cual pertenecemos.

Su última producción, la constituyen gigantescos cuadros de su serie “Mitos del Huila” donde se encuentra la magia entretejida por el color y la vida, en un fondo siempre oscuro, desde donde se desliza lo humano, disparado en alucinantes trozos de naturaleza verde la dulzura de alguna sílfide geométrica que se desprende de sus senos para dejarnos la visión plena de realidad, desprovista de leyenda, iluminada de desnudez.

El artista ha regresado al Huila. Pronto expondrá toda su obra…

Ha dejado atrás la selva detenida en sus cuadros, sorprendido del mito y la leyenda de tener un poeta cantor de nuestra cultura. Ha impreso su sensación de Dios en sus pinturas y quiere quedarse de nuevo en la tierra de la luz, “de la mejor luz”, sin las aventuras del pasado. Aunque no tiene el apoyo oficial para su labor, como es común y corriente en nuestro departamento, cree en el apoyo de sus propios amigos, escritores y plásticos de la vida, en los poetas del día y su compañera morena, que le den el impulso, el hálito para imprimir los últimos colores del petróleo y mostrarse allende las fronteras.

Juntos presenciamos la última producción de Bertolucci. Como siempre, sino era un tango para el director era “El último emperador”. Quedamos fascinados. Concluyendo que perfectamente se puede ver varias veces simplemente por el placer del séptimo arte. Aunque pudimos reir abiertamente al final, por el último emperador, del nuevo emperador que fue Mao, con sus calles chinescas adornadas con cuadros hurtados a la fallecida amiga Clemencia Lucena. 

De China al Moir y de los militantes chicos de ojos rasgados a los dogmáticos muchachitos de rojo que fuimos en la época.

La noche del cine, le solicité me reemplazara en Gigante, en la conferencia que debía dictar a raíz de los quince años del Colegio Ismael Perdomo Borrero. Su charla sobre “La vorágine” tenía que ver con sus propios cuadros. Hasta estuvimos sopesando el precio de “Madremonte”. Quedé en hablar con los organizadores de esa Semana Cultural y establecer que debía aportar el transporte y un exigüo precio por la conferencia, pues de todas formas era una colaboración. Todo se acordó y solamente restaba llamarlo al día siguiente para confirmar su desplazamiento. De todas maneras yo asistiría.

 

“Madremonte” de Phanor.


Cuando el día y hora acordado, me hice presente en el Colegio. El pintor amigo no llegaba aún. Por lo que debí prácticamente reemplazarlo durante un término que se alargó por más de dos horas.

Al medio día el pintor no había llegado y preocupados comenzamos por averiguar el por qué. 

Una hora después, se hizo presenta al colegio, el conductor, que debía desplazarse a Neiva por los cuadros y el artista.

La explicación no pudo ser mas sencillamente asombrosa.

Era la repetición del pasaje del “Embajador de la India”. El Alcalde de Gigante había enviado al conductor a la dirección correcta y al teléfono correcto, con el nombre correcto del pintor. El equívoco se había presentado en cambiar a Neiva por Garzón. Por lo tanto, en Garzón halló hasta la dirección. Novena con doce. Pero allí no vivía ningún pintor.

Como el conductor siguiera investigando, llegó a establecer que el único FANOR que conocían allí era a un loco que creía ser un camión. Pero, angustiado el chofer explicaba: “No me atreví a traerlo porque no sabía pintar. Ni siquiera sabía escribir”.

En conclusión el artista PHANOR SATIZABAL quedará esperando muy molesto, el vehículo de la Alcaldía de Gigante que lo transporte. No a sus mitos y leyendas hechos cuadros, sino a otra VORAGINE real donde existe otro homónimo, un hombre que era un camión.

 

Facsímil de Pretextos y primer ejemplar entregado al autor. 


Marco Polo

Altillo de Villanova

Noviembre 14 de 2020

Bogotá.

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