HARUKI MURAKAMI
Al sur de la frontera al oeste del sol
El espontáneo amor de la infancia.
El único, lo dota de una especial comunicación con la amada que ni
descifra. Pero el cambio de colegio los separa a los doce años.
Una segunda compañera, cubre la necesidad de la primera en el colegio y no
le aporta aquel “algo” de la extraña interioridad de la jóven Shimamoto.
Esta le niega el sexo, esa extraña curiosidad para la que la mujer no está
preparada. Entonces es con su prima con la que logra desbordar un necesidad de
sexo y nada mas.
Después de Shimamoto las mujeres que llegan a su vida vienen despojadas de
ese “algo”. Sin el magnetismo exclusivo de ese primer amor ideal, platónico,
perfecto, único de grandes diálogos y música.
A Shimamoto le reservó el corazón cuando aquella le tomó la mano unos
segundos.
Por ello llega a descubrir con sus nuevas relaciones que el ser humano es
capaz de hacer daño en éstas lides y mentir.
Desarrolla una obsesión por Shimamoto y alguna vez que le parece verla por
la similar cojera(Unico defecto), la sigue, pero no puede discernir si se trata
de ella, cuando una especie de guardaespaldas lo detiene y al parecer le paga
por detenerse.
Entonces se casa y el matrimonio es una solución exclusiva para la economía
que no le aporta la felicidad.
Al llegar al climax, la novela decepciona por la falta del estallido del
reencuentro.
Pero si la orquesta no retumba, sino que se
escucha un leve andante, es porque el autor nos quiere llevar a un lugar
diverso de aquel deseo del lector.
Nota a estas alturas que su vida depende de la economía de su suegro y de
que la propiedad y riqueza son inútiles.
Y si, en la cita del rio creemos encontrar las respuestas anheladas, sobre
el encuentro.
El relato tuerce un tanto la vía hacia otro lugar.
Sabemos del amor infante trascendido para la mujer con la que se encuentra
veinticinco años después.
Aquella le pide cumplir sus fantasías sexuales de la infancia(Que las
mujeres también tienen y disfrutan desde temprana edad) y nos presenta una
escena clave, donde la fantasía infantil trascendida por los años no logra
volverse real hasta esa noche y nos sorprende.
Es una novela de amor.
Del amor humano desconocido.
Contado de la forma ideal como un amigo puede contarlo a su mejor amigo.
En primera persona. Directo. Sin tramoyas. Sin aspavientos, sin ese
suspenso falso que nos puede llegar a impostar la voz.
Es el amor desconocido, porque no está sometido a unas reglas en ascenso
hasta la ansiada y fulgurante comunicación carnal.
Es un estudio mas bien de la fantasía humana, cuya elaboración parte de la
infancia, unida a una aparente teoría de la incompletud del ser.
La soledad del hombre que funciona sin un manual.
El niño carente de la educación sentimental, que al unísono funciona de
manera idéntica con esa lejana compañera.
Los seres humanos siempre infantes por ese recorrido por la vida, sin
explicaciones. Imperfectos.
Con rupturas permanentes a cada instante del desconocido trasegar buscando
una pareja.
La mitigación de su soledad.
La otra parte de que carece.
Tanta sicología inútil, para que una novela sin pretensiones nos permita
ver lo insondable y desconocido del amor humano, tan escasamente comprendido,
correspondido, admitido, realizado, real y fantasioso.
Como si solo los trompicones y rebotes de lo fallido nos fueran ubicando,
no en nuestros sueños, sino donde la bola que somos detiene su inercia frente a
otra “bámbola” sin voluntad.
Es la posibilidad de hacer reales las fantasías, sin que aquellas dejen de
serlo.
¿Y para qué volver al sueño de la infancia, cuando han pasado 25 años?
¿Cuando esa fantasía ha sido intentada con otros actores?
¿Cuando la fantasía es un remedo teatral de nuestra eterna frustración?
Pero vale la pena perseverar en un reencuentro así, o es mejor dejar que la
inercia nos lleve, como el rio lleva y deposita su agua en el mar.
Marco Polo
Altillo de Villanova
10-III-18
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