EN LOS 91 AÑOS DE LA VORAGINE


Cariba malo, un pez carnero

Volver al Amazonas buscando de forma errónea la ruta que pudo haber seguido José Eustasio Rivera en la elaboración de la Vorágine y no encontrarla, porque para su escritura el vate huilense trasegó los caminos del oriente, del Rio Negro, Orinoco, Guaviare y Guainía que sirvieron para dotar de su realidad la obra, mas no para ubicar geográficamente su aventura inmortal al sur, por la selva entre los ríos Caquetá y Putumayo.

Si advertimos en cambio, el  encuentro de un camino al infierno del hombre.

De manera providencial, sin búsqueda alguna, de labios de un Chamán Tikuna pudimos volver al objeto inicial de una ideología, que alguna vez fue práctica de vida, en algún ejercicio cuasi religioso de militancia, propuesta como punto de partida de una reflexión universitaria en Neiva, cuando su Universidad todavía era el Instituto Universitario Surcolombiano en 1974. Porque de tal forma y con iguales herramientas que los europeos, aprendíamos el silogismo del hombre americano y su origen nativo y la manera de negarlo y admitirlo desde Colón que como bárbaro de occidente, lo enunció como “Caribe” o con hocico de perro, hasta Shakespeare que mediante un anagrama menciona en la Tempestad a su Calibán. El temible Caníbal, el mismo caribe que disimuló  en su forma velada, al salvaje, borrado por la nueva clase a defenestrar en esos años setenta.


Omarino y Arédomi a quienes Casement, llevó a Londres y quiso volver “personas”.

Entonces, era nuestra incredulidad o negación a la forma como fuimos dibujados por la intelectualidad europea, el motivo del rechazo. El dibujo mismo dotaba de derechos al conquistador, para acabar la insania de seres imperfectos, pecadores y encima comedores de hombres.

Pareciera consecuencia de un escritor mas profundo, con gran influencia religiosa  o con el poder para tocar aún, la infancia del mundo o la profunda ignorancia del hombre. Pero no. Su rebeldía, la auscultación introspectiva y el atrevimiento de su primera persona en la forma, permitieron con la poesía, concurrir al momento de sumar las oscuridades humanas.
Hoy 91 años luego de su publicación, el 25 de Noviembre de 1924.
Sentimos su vigencia desde el calor húmedo de la selva amazónica.

 


















Cinco años antes, en el 2010, el nobel Vargas Llosa publicó “El Sueño del Celta” novela de la que extrañamente salta la irresistible comparación con nuestra Vorágine.

El punto de su valoración no se diluye en ésta obra de actualidad, cuando tocando el mismo tema de la novela del huilense, en el Congo, en el Amazonas, agrega la denuncia oficial y elabora en profundidad un gran personaje de la vida real, El Celta, que debió aportar con seguridad a José Eustasio Rivera el motivo judicial de su novela: EL LIBRO AZUL BRITANICO. Informes de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo.


Nos dibuja Vargas Llosa de forma magistral, la luminosa vida  de un hombre que amó a los hombres, a los desvalidos  negros del Congo Belga explotados por el lechoso jebe. Ese niño que en lugar de leer a Salgari vivió las aventuras reales de Livingston en Africa. Lo emuló y llegó a caminar sobre sus huellas. El hombre austero que tenía como fijación la aventura y que al lado del explotado denunció la “condición humana” o la barbarie del hombre civilizado, en cabeza del monarca Belga. La codicia personificada, la ambición humana llevada al extremo de cercenar manos, orejas y nariz como un juego, de azotar con el chicote, de cortar lo humano o quemarlo, para obtener el “oro blanco” del caucho, que permitiría rodar el desarrollo del automóvil con Charles GoodYear, sobre seres que solo usaron la canoa. Que de recolectores heredaron las peores putrefacciones del civilizado y podrido hombre blanco al que también debieron acabar de igual forma o al estilo de sus ancestros: comiéndolo.

Mujer Indígena muerta de hambre, por no cumplir su marido con el kilaje de siringa.


Es la historia de Roger Casement que influyó a tal punto sobre el marinero Konrad Korzeniowski también, hasta hacerlo todo un flamante escritor que lo llega a reconocer: “Usted me ha desvirgado, Casement. Sobre Leopoldo II, sobre el Estado independiente del Congo. Acaso, sobre la vida”.
La pérdida de tal inocencia, convierte al marinero en JOSEPH CONRAD, quien no puede otra cosa que escribir también su novela “El corazón en las tinieblas” en la que cuenta el horror del hombre blanco que ha labrado su encuentro con el infierno que es el propio hombre blanco o negro o indígena.



Los hechos criminales contra los indígenas por razón del caucho en el Putumayo, ocurrieron desde finales del siglo XIX, y fueron denunciados inicialmente por Benjamin Saldaña Aroca peruano desde dos periódicos suyos en Iquitos(La Felpa y la Sanción) y Walter Hardemburg en 1910 en su libro “EL PUTUMAYO. El paraíso del Diablo", base de orientación ante el parlamento Británico, para  que Roger Casement elaborara un nuevo informe, similar al del Congo.

Los huilenses teníamos como denuncia, únicamente, la obra de Rivera publicada en 1924, quien desde su cargo de Representante a la Cámara por el partido conservador reclamó la soberanía nacional usurpada e hizo conocer de sus compatriotas la infamia del genocidio del sur.
Cien años después de la denuncia inicial de su paisano Saldaña Aroca, viene el Sueño del Celta de Vargas Llosa a resucitar ese infierno de nuestros compatriotas.

Porque las criminales actuaciones de Julio Arana y sus socios Londinenses fueron denunciados como se dijo en 1912 por el Libro Azul de Casement, con más de treinta testimonios diversos de los Barbadenses, fotografías de las marcas de ganado sobre  la piel indígena o las mutilaciones y los embargos posteriores en Londres. Pero ocurre que  el mencionado informe, fue desoído por el gobierno peruano comprado por Arana y los loretanos de Iquitos continuaron como si nada,  elevando a héroe o patriota al criminal, por usurpar tierras colombianas. Y se produjo un segundo, El libro Rojo del Putumayo y el texto sobre el proceso penal en el Putumayo de Carlos Valcárcel el Juez, que intentaron impresionar a los norteamericanos.


Pero la explotación continuó.

La Vorágine al ser publicada en 1924 tuvo el efecto de ser la confirmación al mundo de la masacre de mas de 30.000 indígenas, porque la esclavitud persistía, pese  a que hizo el señalamiento con tres de sus personajes: el inicial Saldaña Aroca, el sabio francés Eugenio Robuchon que fue desaparecido también y el Juez Valcárcel exiliado en Colombia y  Arana con orden de detención y todo siguió con la explotación, aunque fue desmantelada la empresa Peruvian Amazon Company, (Para que los ingleses robaran la semilla de la siringa y siguieran con el negocio en Malasia, Singapur, Java Sumatra y Ceylan como la legalización del negocio ahora, redimido,  como el opio, la marihuana y cocaína para otro estado poderoso), su poder se alargó hasta llevarlo al Senado y aún luego del conflicto limítrofe contra Colombia, quien debió llegar a indemnizar al peligroso sátrapa como lo refiere en otra novela huilense, Benhur Sánchez,  al contar el desarrollo de esa extraña guerra, en El frente inmóvil, que prácticamente no llegó a combatir entre 1932 y 1933, en que se desarrolló el conflicto, que culminó gracias al asesinato del presidente peruano Luis Miguel Sánchez Cerro  por un Aprista y al tratado Salomón-Lozano suscrito con antelación en 1922, con el Perú que venía siendo desconocido y que constituyó la necesidad política de Leguía por un aliado para enfrentar a Ecuador. Ese fue López Pumarejo, más por amistad, que devolvió Güepí  a trueque del Trapecio amazónico y Leticia, con la salida al Amazonas y la restitución de límites con el Putumayo y finalizó la guerra.



En la plaza de Leticia



En la plaza de Leticia
                     

Hombres que son varios hombres. Hombres que son libros y que ingresaron al infierno para darnos luz sobre la oscuridad de sus profundidades abyectas: Roger Casement con el Informe del Congo y El Libro Azul Británico, Joseph Conrad y El corazón en las tinieblas, José Eustasio Rivera y La Vorágine, Benhur Sánchez y El frente inmóvil y cien años después de la infamia, el nobel Vargas Llosa con El sueño del Celta que los resume.

En Armas de Juego, traigo la sensación imaginada de lo que puede llegar a ocurrir con el hombre que ingrese en la Vorágine, Al corazón de las tinieblas, pero con la certeza aún, de que era un infundio del conquistador, parte de un mito para justificar la expoliación:


Cruzamos el Amazonas hasta Santa Rosa para donar un ejemplar de mi novela.

“Y es cuando el gringo comienza a enloquecer porque resuelve abandonar la expedición, desertar y rezagarse, seguramente con el deseo de buscar otra ruta, por no confiar en mi brújula de juguete. Están cansados. Pero se huele que es otra cosa. Tiene miedo, o mejor terror. Sus ojos desorbitados no logran explicar con las señas de sus palabras lo que pasa por su mente en segundos. La certeza de que los peones, trocheros, rumberos, cargueros y coquis los habíamos elegido para comerlos. Y prefieren seguir solos en el campamento que armaron en ese instante y que el resto ve como una gran tienda de víveres, con esa carne tierna de Susy lista para comerla sin sal, sin pan, trocearla e ir comiendo su brazo mientras los dedos nos acarician el cabello”. (El viaje de los perdidos. Pg.97)





Como dijimos, al iniciar ésta reflexión, Leticia, el último pueblo de Colombia al sur, al que fuimos a buscar otras cosas diversas del pirarucú y el delfín rosado, de la gamitana y el pez carnero (Una especie de pequeño tiburón que penetra comiendo por cualquier agujero del cuerpo, ano, uretra, oído, nariz y que solo con cirugía se puede extraer)  o del mono fraile y la imponencia del rio, con la hermandad de tres países. Leticia, el pueblo fundado por dos peruanos, nos sirvió para entender que tanto el conquistador y el indígena hicieron parte del infierno. Que no fue tan falso aquello de ser llamados CANIBALES, porque de labios de un chamán Tikuna escuché la versión real cuando le pregunté por el canibalismo en su tribu:





“¿Caníbales? Está entre Tarapacá y la Pedrera es un rio que viene del Brasil al departamento del Amazonas y se llama el río Pure, ahí están los caníbales allá no pueden ir, el gobierno ya los protege, ellos están en su autonomía, allá comieron a Julián Gil, allá no puede entrar nadie, nadie,(Y entre Ustedes? Pregunta un tercero) tampoco puede entrar nadie. En cambio nosotros ya puede entrar bajo esta palabra que dice, Bienvenidos, para mi no hay distinción de raza, quise te lo tave…, por ello dialogamos con ustedes los demás pueblos, porque antes tampoco no se podía ingresar, persona ajeno a tribu de nosotros, nadie podía entrar al territorio de nosotros, persona ajeno que entrar a tribu de nosotros se coge, se amarra en el estantillo que está en el patio, al día siguiente se come. Todo eso ya pasó. Ya se guardó. Ya somos personas, personas es decir, mi papá, mi mamá, ya decimos que es un dolor, por eso hablamos por este camino que está derecho, por el camino que vamos caminando, no se pierde no se envolata, es de consejo, de alegría, de armonía, de tranquilidad, de afecto, de vivir uno, es ese camino. Mas no es este camino corto, ahí no hay vida. Todo esto está es en la obediencia. Caníbales, allá no vayan, eso si lo recomiendo a ustedes, si ustedes no me hacen caso y van allá y se los comen, no me vayan a culpar a mi, que yo no orienté, oyó? Dije, esta selva es muy grandísima, departamento es muy grande, falta mas conocer mas ustedes al fondo, conocer bien lo que es Colombia, hay que conocer, pero hay que preguntar cómo son las entradas, cómo es la convivencia allí…”



Al escuchar al Tikuna, me desubiqué del mundo. No supe si comencé a sentir piedad por él al admitir que ahora era una PERSONA, que posiblemente hacía parte de esa tribu YURI vuelta un resguardo, a espaldas de la civilización que había que dejar quieta en lo profundo de la selva, del Pure, porque de otro modo su encuentro era volver al infierno de los “CARIBA MALO”, como llaman éstos “CANIBALES” al hombre blanco, el mismo pez carnero que come nuestras entrañas y que no nos deja sino gritar la palabra de Kurtz  y de Rivera: EL HORROR, EL HORROR. ¡Los devoró la selva!


Marco Polo 
Altillo de Villanova
25 de Noviembre de 2015
A los 91 años de la Vorágine.



Comentarios

Entradas populares