GEORGES SIMENON

El gato
(Gran corte de cirujano para un país) El patriarcado en su oportunidad dio origen a la familia sin contrato, sólo con la elección de la hembra tirada de los cabellos por el orangután que ahora caminaba erecto. Engels nos recuerda que la legalización de la satisfacción sexual o del placer, se obtuvo por un contrato civil inter tribus, reafirmado por Marx, donde la mujer debe pagar al varón una dote en efectivo y cancelar en cuotas laborales su derecho al placer, para poder contraer nupcias hasta bien entrados en la edad moderna. Otra ideología como la religión lo eleva a sacramento, para unir en un altar hasta la muerte y limpiar el sacrilegio de su objeto único. La reproducción. Georges Simenón en la novela El gato, nos describe el infierno eterno de un matrimonio sin amor, minuto a minuto, donde a diario dos se queman y arden pero no se consumen totalmente porque al otro día deben resucitar para seguir con la rutina del odio, donde no hay cabida a la compasión. En su mundillo recreado con todas las aristas, la ahora poderosa y matriarcal mujer se ha empoderado mas allá de los límites, (En el siglo XX), desde su poderío económico propiciado por su familia y casta para adoptar cual gato al vecino fontanero no solo para arreglar la rotura de un escape de agua, sino para convertirlo en su mascota y oírlo ronronear desde lejos, para luego matar al verdadero gato que sólo idolatra a su marido llegando al mutismo de una comunicación por papelitos, (Que no connotan amor, o son contrarios a los de un amor romántico o adolescente) y reemplazan la voz para no olvidar sus afrentas y su inmortal odio desarrollado luego de la mutua viudez. Esta pequeña novela de escasas 174 páginas, podría decirse da al traste el matrimonio como institución para el derecho, que podemos compararlo con un estado fallido por el subdesarrollo, y otorga al odio el ejercicio de la vida en pareja como si fuera más clara y menos hipócrita que la de Madame Bovary que venimos idolatrando desde siempre en la literatura, porque ese mundo nuevo para el varón está dentro de la casa de Marguerite, quien puede disponer de Émile, el varón, su hombre, como un mueble más. Es la más letal descripción realista de una vida en pareja, que podemos comparar con la vida casi imposible de los ciudadanos de un país en la práctica del odio para todo ejercicio, a quienes une la necesidad más extraña de compañía humana, tan desnaturalizada de la libertad. El extraño matrimonio de una pareja de clase social diferente, ocurre como se dijo arriba. Y dos viudos no unidos por el amor, no pensarán a los setenta años mas que en quien se va a morir primero, aunque el tema es universal para cualquier pareja a cualquier edad y para cada uno de muchos de nuestros países. El odio y no el amor se ha tomado sus vidas, su callejón, su habitación, el sexo, el bar, y hasta la misma ciudad de Paris, Bogotá o Neiva. Ese odio ridículo de clases que fue un rotundo fracaso. La vida marital rutinaria en ésta obra, es tan cáustica y cruel en el eterno círculo de la noria que retorna del tiempo. La costumbre solo permite el odio para imponerse siempre sobre cualquier otro buen deseo o creencia religiosa. El rencor como rutina diaria cual si fuera una necesidad. La oralidad desaparece de la pareja, sobre todo cuando la mujer “mata el gato” al hombre. En nuestro caso, nos remite a la paradoja de acariciar o permitir un falso cariño por alguien, para después destruirlo y que se note su falta, como decían nuestras abuelas en nuestra provincia del sur: “matarle el gato”. Una pequeña venganza que se hace totalizadora y letal. Y a pesar de la incomunicación la ruleta gira y deben seguir su condena de vivir muriendo a diario y uno sigue al otro en una inútil competencia por equilibrar las ofensas. Se vigilan, se intuyen, se descifran a cada instante para poder herir mejor. Así uno de los dos huya, debe regresar porque no conocen otro tipo de vida. Porque el hombre aquí puede concebir la compasión, pero la mujer puede llegar a fingir teatralmente la desolación, para hacerlo regresar y colocarle de nuevo el yugo, el de cónyuge, como reza el derecho. A lo mejor hasta llegue a fingir su propia muerte para poder matarlo a él, ya no al gato. Esos días contados con rencor, a lo mejor salgan del interior de alguien que fue abandonado por su propia esposa, porque no creo haber leído un texto más ácido, doloroso y ruin sobre el matrimonio, que el recreado por Georges Simenón con los detalles de un cirujano que tiene la experiencia para ésta y la más especializada disección de los humanos. Por favor, no intentemos matarle el gato a nadie. Marco Polo Altillo de Vilanova 15 de Septiembre de 2023 Bogotá D.C.

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