GEORGES SIMENON



La prometida del señor Hire





De sus cerca de seiscientas novelas, incluidas las de Maigret su investigador por excelencia, ésta novela es la enseña de la profundidad de su arte, junto con El gato que en otro ámbito nos prodiga la profunda lucidez sobre lo humano.

Simenón que al final es reconocido como un profundo escritor aún por André Gide, a partir del conocimiento de éste libro, fue por mucho tiempo un escritor de segunda, el autor de novelitas para el vulgo como alguna la vez lo fuera también para los latinos y a mayor escala Marcial Lafuente Estefanía con sus novelas de vaqueros que eran los adictivos de muchos jóvenes, envidia de cualquier escritor hoy día. 

Hoy se pueden leer todas sus novelas sobre Maigret, en seis tomos recogidos por Aguilar en sus perfectas ediciones.

Estas dos novelas que nombro en cambio, son la cumbre de su obra y a lo mejor las mas estudiadas y por ello las más difíciles de encontrar, como las que han sido elegidas al momento de discernir sobre lo que es la narrativa, como el obligado ejemplo de la manera como se puede afrontar el género, asociado al mismo Joyce o a la aparente irrealidad de un Sergio Chejfec. 

Un maestro de la narrativa.

En sus páginas por lo demás, desfila con cierta insistencia un Paris de fondo, con todos sus personajes anónimos, sus sonidos y sus soledades.

Monsieur Hire para mi, es el personaje esencial de la soledad en la ciudad. Aquel anónimo personaje que hace parte de las calles, de los barrotes de buses, tranvías y metros. Aquel que cumple el sagrado rito diario de hacer parte de una estadística. Borrado de lo humano.
El justo hombre de mediana edad, un ex joven de cincuenta y pico como diría Balzac, tirando a viejo ya, despreciado, señalado, estereotipado que sirve para asustar a los niños cuando no se toman la sopa.

Entonces es perfecto para encarnar dos de nuestros vesánicos vicios humanos: El vouyerismo y  el linchamiento tan de moda en la actualidad.

En la cumbre del internet si nos detenemos un poco, no es solo la posibilidad de expresar la ocurrencia de cualquiera la que ha creado un ambiente de incredulidad y falsa información, sino el ánimo compensatorio que ha rebasado el competitivo, para esconder en el anonimato la férula de la envidia que despiertan los buenos logros aparentes de los demás.

Entonces el odio o el resentimiento se encubren con un like, o la mirada furtiva de la belleza o el poder se dejan al garete sin intentar opinar con razón sobre esa, su carencia.

En el mundo que ha rebasado la propaganda haciéndonos parte de ella de forma interactiva, el sentido de la justicia, de la igualdad, de bondad o maldad se ha desfigurado tanto, que hemos regresado al positivismo injusto del derecho de ese Ferri que tanto sustentó a Mussolini y sus aparentes sicólogistas como Garófalo o Lombroso, que instauraron el señalamiento del prejuicio y quisieron ubicar en la forma de la cabeza, del cuerpo, de la mirada, para tener de una vez por todas al criminal detectado tan solo por el dibujo o configuración de sus personalidad. Con solo mirarlo en una fotografía ya estaba: Cadena perpetua.

Hoy, cuando el vulgo no quiere saber que es eso de justicia, cuando lo que importa es la impronta de la sangre como venganza, cuando hemos regresado al salvajismo por carencia de institucionalidad, la cara del hambre, la cara de la necesidad, la cara de perro suele ser vista en cualquiera que ante la ventolera corre, para señalarlo y decir ese es el ladrón, COJANLO, COJANLO. 
Y no solo eso, sin formula de juicio debe pagar cerca al lugar del crimen con la rotura de sus prendas o pertenencias y quemado o ser lapidado y ajusticiado en público por la necesidad del culpable, ante una Fiscalía por ejemplo, donde se esconden como funcionarios los peores y más civilizados criminales de cuello blanco y sangriento.

Todo ellos nos recrea el Simenón en “La prometida de Monsieur Hire”.

Ahora bien, en sus setenta páginas y once capítulos el novelista nos trae una estampa del Paris de siempre, enseñándonos sobre el hombre y la justicia, con una narrativa tan viva con piel del durazno y tan acuosa como la tristeza que nos acoge y estruja el alma al finalizar su lectura.

Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá D.C.
Abril 6 de 2019

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