RELEER LOS MISERABLES
LA PERTURBACIÓN DE
JEAN VALJEAN
Qué
decir de los Miserables en el siglo veintiuno.
Que
tenemos una novela histórica, de aventuras, en aquella época de luces y sombras
de la revolución francesa.
La
caída de la monarquía hace curas buenos y transforma la injusticia de los
humanos en claridad. El mundo avanza de la miseria a la pobreza por caminos de
tristes alegrías. El establecimiento no cae totalmente y prosiguen las
costumbres del hambre y las carencias humanas.
La
guerra quema las páginas de ésta novela y la provee de lo más hermosos ribetes
dorados para explicar que Napoleón, primero consolidó en Francia la revolución
y como emperador quiso hacerlo en toda
Europa. Viene Waterloo con la restauración en una amplia digresión que nos
evita el rumbo de la novela, solamente para conectarnos con el origen de dos de
los personajes que luego llenarán éstas páginas.
Como
buen romántico, en medio de todo está el amor.
Más
el personaje fundamental, proscrito para éstas lides llega a desconocerlo.
Aquel amor sencillo de un hombre y una mujer será desconocido por siempre para
el personaje central. Precisamente porque es desgarrado de su propia historia y
ubicado por el hambre en el lugar de insana depuración. Veinte años de cárcel
por haber robado un pan para uno de sus pequeños familiares.
Ese
amor no existe para el hombre señalado con el inri, su amor debe ir tejido con
su propia consciencia, imponiéndose a las sucias artimañas de un mundo viejo,
donde lo sacro se une a lo violento de un criminal, que va purificándose en la
medida en que entrega su vida a su
propia clase. Es su forma de absolución.
Pese
a ser la última novela clásica, el esmero del genio del escritor, no puede
abandonar la tercera persona, y pese a notarse que ya no quiere ser Dios para
narrar, procura reporteros que le hacen saber las historias, testigos ficticios
que le han referido el suceso, cuenteros orales que pululan ubicados en los
acontecimientos, para que el narrador a veces autor, haga todo el esfuerzo por
probarnos que estuvo allí, para fastidiarnos con sus digresiones, pero además para acercar al
mundo la historia rematada con su juramento respecto de su veracidad.
Entonces
el narrador, es personaje casi, historiador, poeta, sabio y romántico y quiere
conmover al mundo, dotando de luz a su adalid, rescatando lo más sublime de un
personaje de anonimia popular, un criminal que llega a tener la doble
personalidad requerida para imponerse a la ruindad de la injusticia y ser amado
por sus obras ante el pueblo.
Algunos
manifestaron hace mucho tiempo que la novela era para niños. Que puede ser su
público afortunado. Otros despotricaron al tildarla de socialista.
De
todas formas hacia la mitad de la novela se nota otra cualidad, el autor produce
suspenso, para justificar la
verosimilitud, anuncia que fue el propio héroe quien comentó como había
burlando por segunda vez a Javert su acérrimo perseguidor y aunque luego vuelve
a la digresión, procura con ello borrar la magistralidad al ingresar a las
interioridades del héroe y proponer de hecho que ese es uno de los problemas de
la tercera persona.
La
novela está dividida en dos tomos. El primero con tres libros, Fantine,
Cossette y Mario. En el segundo tomo
continúa la tercera parte y vienen los nuevos libros sobre dos calles de París:
La Calle Plumet y la de San Dionisio que es la cuarta parte y finalmente la
quinta parte con el libro, JEAN VALJEAN.
Caminé
por las páginas de Victor Hugo y el
conmigo en medio de sus digresiones.
Lo
he podido criticar un tanto. Sus amplias explicaciones, a veces jurídicas o
éticas o poéticas que quiso guardar de forma totalitaria en éste libro.
Sus
personajes carecen de la vara mágica de los personajes contemporáneos, con la
que la literatura infantil arrasa con los mayores, obligándolos al consumo
general. Aquí esa vara mágica usada y abusada por el cine, es la piel viva de
seres que se inmiscuyen en las páginas arrastrando, no mundos imaginarios, sino
vida.
Se
retrata a PARIS, con la mejor acuarela que he podido ver diluida, no en agua,
sino en la húmeda sangre de sus personajes. Nos lleva a la comprensión del
concepto de justicia por encima de los códigos. Como atributo del ser humano.
Mas allá de su conciencia. La justicia a la que nos lleva Jean Valjean, es tan
pragmática como efectiva y tiene que ver con su capacidad de visualizar su interioridad. La justicia de
los hombres apenas está escrita en esos
códigos de hojas humedecidas por los hombres jueces, que las hacen inanes.
La
vida es la única que al pintarse en las páginas nos puede regresar al paraíso.
La
vida que perdona, la que permite que el héroe anónimo desvalido no disfrute
para sí y provea al otro, tornando en sofisma la ley de los hombres.
Y
luego de tal catarsis, el hombre encuentra su paraíso.
Jean
Valjean oteó su paraíso y hasta llegó a vivirlo.
Pero
como decía al comienzo, nunca antes experimentó el amor sencillo o normal o
legítimo con una mujer y es cuando todo se vuelca en la persona de su ahijada,
con la que no puede sublimar sino el amor de hija, quedando por fuera su derecho
al amor maternal, de esposa, de amante y llegando a la mayor perturbación que
el personaje puede llegar a ejercer, al otorgar a los demás la felicidad y
perder su pequeña felicidad lograda.
Se
inculpa, se injuria, se abandona a su derecho.
Creo
que por ello su muerte es tan dolorosa para quien ha escrito alguna vez una
historia vital.
Al
culminar su relectura el 23 de Noviembre de 2016, no puedo dejar de remitirme a
la actual necesidad de volver a nuestros personajes anónimos, al rescate de
la memoria histórica del pueblo por encima de los personajes con varita mágica,
que tanto necesita mi país para labrar la paz.
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
Bogotá
D.C.
Noviembre
23 de 2016.
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