CONDECORACION DESDE LA SALA DE LA CONSTITUCION DEL CONGRESO
Al
final de los cincuenta del pasado siglo, los juguetes no tenían baterías ni
electrónica, y debían ser elaborados por
cada niño si quería jugar.
Casi
todos nuestros juguetes eran armas.
Colombia
era un país provinciano. No existía código del menor, ni bienestar familiar.
Las familias eran lo mismo que hoy, disfuncionales. La política había provocado
lo suyo: La guerra irregular no declarada, pero estimulada con la ficción de
unos trapos de color.
Esa
época está grabada por la voz de un niño en éste libro, que no podía sino, llamarse
ARMAS DE JUEGO donde un infante cuenta y
recupera la memoria histórica de su pueblo, viendo y sintiendo la frialdad de
la muerte desde su propio lecho, hasta en las labranzas de cacao, café y las
dehesas del ganado.
Pensar
en el país para el autor, no era otra cosa que haber experimentado desde el
ejercicio del derecho también, la violencia. ¿Y de donde acá resultaba tan violento
el colombiano, cual similar humano hecho del mismo barro?
Una
introspección personal es necesaria para que cada uno lo descubra. Y allí
entendemos, que desde la infancia hemos jugado a la guerra, y aunque esas armas
eran de juego, ahora nos corresponde fundir las de verdad en la fragua del
perdón. Pero antes, desarmar el espíritu.
Concebir
un abrazo.
De eso
trata éste libro, de hacer un recuento de la memoria, para no olvidar, sino
para atrevernos a pensar como será aquello de perdonar y volver a dar la mano
al enemigo. Es lo que los griegos llamaron catarsis y los cristianos consideran
una confesión de pecados, luego de la cual el espíritu se lava y purifica del
odio y el mal.
Si
bien los irregulares ejércitos surgieron en la época de éstas páginas, la
injusticia, la falta de equidad y la miseria de los colombianos, solo mostraban
el abismo y las armas de fuego como solución, urgidas por la ideología del uso
del odio, como salida, para escalar en las clases. Y tan solo cincuenta y nueve
años después podemos concluir, con que el odio no construye nada y que ideología
y religión se emparentan.
Ahora,
cuando la tecnología nos dota de medios de comunicación masivos y ejercemos
como especie de periodistas virtuales, cuando el pueblo se excede en opiniones
de lo divino, lo humano y lo inútil, es cuando el escritor, el artista, el
poeta y el periodista necesitan el apoyo del estado que busca la paz, para
irradiar su creación hasta la mas remota manigua donde habita el último
colombiano, donde nuestros jóvenes beban la memoria histórica otra vez, de
nuestros textos, nuestras pinturas, nuestros versos y columnas de opinión, con
la voz de su propia sangre, para canalizar en un solo grito, el deseo de
capitular de la violencia, de abandonar el miedo y tener la esperanza al menos,
de que lo que sigue es un juego, que no matará más, porque serán solo las
“Armas de Juego” de otra utopía llamada democracia, a la que se llega
únicamente con el color blanco de la PAZ.
Allí están nuestras obras independientes, sin
editor, sin curador, sin librero.
A la
espera del impulso de un gobernante de la paz que las distribuya en la nueva
generación que desconoce la historia y no ejerce la lectura. Sin que medie el
poder del negocio de las grandes editoriales, que acallan al poeta.
Solo
de los libros surgirán mas escritores desde la infancia, que cerrarán la brecha
social y las cárceles.
Nuestras
obras son sin fronteras, sin segregaciones.
Solo
buscamos la fraternidad y el abrazo para enterrar nuestras “Armas de Juego” de
la infancia y terminar de construir el nuevo siglo con LA PAZ desde el
equilibrio social.
La
paz sea contigo, artista, escritor, poeta y periodista independiente.
La
paz sea contigo humilde colombiano que escribes páginas de historia nacional,
para que llegue al pueblo, o para guardar en tu corazón.
Marco
Tulio Polo Salcedo
C.C.
No..12.185.997 de Garzón.
Congreso
de la República.
4 de
Agosto de 2016.
T.3102239367
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