EL APRENDIZAJE DEL ESCRITOR
Volver al patio
trasero
Mi
amistad con él se debió a Seymour Menton,
con sus dos pequeños tomos del fondo de cultura económica que me obsequiara una gringa, al volverme ciudadano de
éste país, cuando era indispensable ser mayor de veintiuno. Eran la antología casi ideal del
cuento de Latinoamérica bajo el rótulo de “El
cuento hispanoamericano” que el
antologista incluye en su capítulo Cosmopolitismo,
para unirse a la moda, y aseverar con atrevimiento o ignorancia: “Su valor se ha exagerado”.
Allí
estaba el “Jardín de senderos que se
bifurcan” con toda su propuesta sobre su concepto de la literatura, como
detectivesco ensayo, como alusión libresca, como enunciación de una filosofía
del tiempo.
Su
sola mención me produjo el inmediato veto, dentro del grupo que pretendía
salvar el mundo desde el Huila y pasó algún tiempo más, antes de hacer una
revista literaria en Bogotá, en que casi no nos publicamos, para sí hacerlo, a Ho Chi Ming o Mayakovski, y por ello ir reuniendo las cuartillas robadas a la Remington comprada el año anterior en Neiva, cumpliendo el mandato
contra su falta de compromiso, y la
elección de la carrera que nos permitiera llegar a ser unos seres diferentes de
los izquierdicus desadaptadus como
llegué a rebautizarnos en una carta a una compañera de Neiva.
Ahora
entiendo el por qué del tamaño y contenido de mi primer libro publicado por la
Universidad Surcolombiana editado por Hernando
Cortés Dussán, que sin ser un opúsculo, es un libro de bolsillo sí, pero pulcro,
legible y bien diagramado, que conserva el veto a su presencia literaria, desde
el título: “Cartas de GOMA y otras
ficciones”.
Seguía
el aparente divorcio, pero en el fondo estaba cumpliendo uno de los mandatos
que asumiría él, a los setenta años en el libro que entraré a reseñar:
“Volver a su patio trasero”.
Un
libro póstumo o final, que acabo de leer en estos días, surgido de una cinta
magnetofónica que apareció hace poco con el nombre de “Aprendizaje del escritor” refuerza el concepto y dirección de que escribir para un joven.
En
el año ochenta y seis luego de su muerte, cuando recibí de otra mujer su obra
completa, con esa anécdota, pude escribir una de las historias que más placer
me ha dado, mientras la redactaba y que me ha divertido leer luego, como cuando
subimos a una montaña y soltamos en un grito lo represado: El libro que era dos.
En
aquellos días había descubierto que hasta el joven Borges había asumido alguna vez la revolución.
Sólo
hasta finales del 2010 pude debatir sobre ese cuento homenaje, al conversar con
Jorge Eliecer Pardo, la apreciación
anterior y comprobar con la existencia del poema “Rojo” que todo joven es rebelde.
En “El
libro que era dos”, me deshago de los prejuicios políticos al momento de
escribir y asumo la obligación a que
alude Borges.
Envié
por éste medio el poema, al incrédulo, para acordar que no se puede confundir evolución, con actitud renegada.
Hacia 1920, durante su estadía en Sevilla, afiliado al movimiento Ultraista, Borges es un fervoroso
anarcosindicalista. Un verdadero seguidor de la Rusia roja. Las lecturas de Max
Stirner y el ejercicio vital cotidiano frente a la mayor organización sindical, la CNT que llegaba a reunir 800.000 afiliados, lo conmovieron al punto de
llegar a ser un apasionado de la Revolución Rusa, sin convertirse en
bolchevique, como lo prueba su poema:
RUSIA
Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres
y el sol crucificado en los ponientes
se pluraliza en la vocinglería
de las torres del Kremlin
El mar vendrá nadando a esos ejércitos
que envolverán sus torsos
en todas las praderas del continente
En el cuerno salvaje de un arco iris
clamaremos su gesta
bayonetas
que portan en la punta las mañanas.
EL LIBRO QUE ERA DOS, un título que adopté hace poco para una novela, es el cuento que elaboré
en homenaje al maestro y que en unos de sus apartes iniciales dice:
“Hace
exactamente veinte años odiaba sin razón al personaje siniestro que escribió
ese primer tomo y al que estaba vedado leer por orden de una religión con
nombre de militancia. Nos contentábamos como argumento con la figura encorvada
sobre el bastón, con su ojo derecho semicerrado y sus arrugas que encuadraban
su cara despojándola de cualquier posible dulzura. Ello bastaba. Lo demás, lo
de su lejano y utópico canto, o su Himno
Rojo a la fraternidad de todos los hombres era un hecho tan
improbable como la segura oscuridad que también lo azotaría en el futuro. Por
lo demás, jamás sabré si conociéndolo en esa época, hubiera podido
encontrarle algún símil con el que fui. En esa época era el otro. Ahora le
encuentro tanto parecido, tanta ternura fresca con el que soy que me avergüenza
la pequeñez del compromiso histórico que ejercí con la estultez y el dolor del
hijo de no haber disfrutado su apacible y profunda compañía. Pero ya es tarde,
murió dos meses después, el 14 de Junio, luego de haber recibido como regalo su
obra completa."
Ahora aparece un nuevo libro, para hacer parte de ese libro que era dos en
el ochenta y seis y engrosar su obra completa. (Ya tengo cerca de 10 tomos como tal)
Si buscamos verdades sobre cómo y porqué escribir, Borges nos las trae con
la sencillez de siempre al hablar de su obra o de la manera en que ocurrió su
elaboración. La oportunidad, la eficiencia al ser exacto al usar su
instrumento.
Porque “Casi todo joven escritor rehúye escribir sobre la vida que lo rodea”.
Vuelta libro, la cinta, nos refiere la metodología de hablar sobre su
cuento “El otro duelo” el cuento que
había sido leído por sus alumnos en la Universidad de Columbia y los mismos
debaten con el autor sus secretos y donde el mismo descubre una nueva asunción
de su estilo:
“Ahora estoy abandonando la
erudición, o la falsa erudición. Ahora intento escribir simple, intento
escribir historias directas”.
Es cuando resuelve volver a su patio
trasero. Es un mundo real el que nos ofrece, no farsa. Enfrenta sus
experiencias de vida. Y solo a sus setenta años cree haber encontrado su voz.
“Parece que estamos plagiando
continuamente”
Su forma de conservar la anécdota e irla desarrollando con los años, hasta aburrirse
de corregirla y rehacerla contándola de una y otra forma:
“Debo haberla llevado
conmigo durante veinticinco o treinta años(…) en la memoria, y he aburrido a
mis amigos con ella por años”
Nos aclara sobre el cuento y la anécdota, sobre la realidad y la
verosimilitud de la ficción, porque la realidad no es siempre verosímil y los
hechos deben narrarse como si el escritor no los entendiera y aclara que el
cuento es el dueño de la trama en cambio en la novela lo que importa son los
caracteres.
Al asumir que cuenta historias duras y hasta terroríficas en la que busca
lo oculto que es el duelo después de la muerte entre dos gauchos, luego de ser
degollados, como muchos de sus parientes se hace presente nuestra propia y
cruel historia.
Aclara sobre el “Compromiso” que la ficción siempre está comprometida con
su tiempo. No con la política. Se es
correspondiente con la época que se vive:
“Ningún escritor real trató jamás de
ser contemporáneo”. “ Yo creo que el
deber de un escritor es ser un escritor, y si puede ser un buen escritor, está,
entonces cumpliendo con su deber”
Con meridiana claridad asume el supuesto compromiso como:
“Además, tengo para mí que
mis opiniones son superficiales. Por ejemplo, yo soy conservador, aborrezco a
los comunistas, aborrezco a los nazis, aborrezco a los antisemitas, y demás,
pero he tratado que esas opiniones mías no intervengan en mi labor literaria”(…)
Yo he declarado siempre mis opiniones, pero con respecto a mis sueños a mis
cuentos, a estos debería otorgárseles, creo, libertad absoluta. No quiero
influir en ellos; yo escribo ficción, no fábulas”.
Cuando es interrogado sobre las citas que escribe si son reales o
inventadas admite que son reales, porque quiere escribir de otra forma
inesperada, y su primer cuento, “Hombre
de la esquina rosada” lo que intentó escribir fue un ensayo y luego una
argucia, un cuento, y como casi había muerto, entendió que se había salvado al
poder seguir escribiendo, porque fue su experimento literario, muy visual
impactado por Josef von Sternberg.
Del cual admite, es su cuento mas flojo.
Dice no escribir novelas, porque no le gusta leerlas, es todo un haragán
para escribirlas. Dice que su obra mas extensa es su último cuento “El congreso”.
Sobre la poesía, tiene el mismo ejercicio sobre el poema, “Junio de 1968”
Y quiere anunciar a los jóvenes poetas que emprendan primero,
lo que es común y corriente, con la
métrica, que se practique el soneto antes de emprender el camino más difícil
que es el verso librismo.
Lo explica admitiendo que es un poema autobiográfico.
Luego el ejercicio sigue con “El
guardián de los libros” y “El
centinela”
“Yo creo que es más prudente para un joven escritor
demorar la invención y la irreverencia por un tiempo y tratar meramente de
escribir como algún buen escritor a quien admire”
Luego nos habla del Doppelgänger donde el encuentro con el yo
real, termina llevándoselo.
Al final es un encuentro con el ejercicio de la traducción. Con su
traductor Di Giovanni, donde entra en juego el conocimiento del lenguaje oral
en muchos de los cuentos de Borges, la negada literalidad y la capacidad de
creatividad del que traduce.
“La peor falta de una
traducción no es traducir mal una palabra, sino traducir mal el tono o la voz
del autor”.
Ser un escritor, ser el que sueña despierto, para vivir una suerte de doble
vida.
“La literatura no es un mero juego de
palabras; lo que importa es lo que no queda dicho, o lo que puede ser leído
entre líneas”.
Los invito a asumir la pedagogía de Borges al momento de enseñar a
escribir, con éste, nuevo libro que incrementará “El libro que era dos”
Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá D.C.
Diciembre13 de 2015
MARCO, gracias por las anteriores opiniones y menciones a un Maestro que,
ResponderEliminarquienes aprendimos a leer sin sospechas ni doctrinas, nos iluminó el camino.
Saludos.
Gracias Yesid. Es un honor poder traer alguna de sus palabras.
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