YESID MORALES RAMIREZ
Entre el color del poema y el paisaje
Hace
cuarenta y cinco años conocí a Yesid
Morales Ramírez en aquel pueblo que nos lanzó de la Legión de María a la rebeldía y la búsqueda descreída, con la esperanza que nos propiciarían los libros.
Fue
en un pueblo que aún no se llamaba Seminario
en mis escritos, pero era el mismo pueblo donde amparado en lo gótico de
Poe, pude crear alguna historia desde la fosa de un sepulcro, hasta el deseo de
un país menos cruel.
Él
tenía que ver con el arte.
Con
aquel estudio de la esquina del teatro Alcázar donde un delgado y alegre pintor
con nombre igualmente religioso, realizaba con paciencia pincelazos en colores
que nos llenaban de asombro.
Luego
fue un concurso de cuento.
El
primero en que participé y cuyo jurado estuvo conformado por Jairo Mercado Romero un escritor costeño
ya fallecido y el poeta del pueblo Yesid
Morales Ramírez quien residía en aquella casa contigua a la de unos
músicos, signada por una placa que decía, “Aquí
canta un tiple”. Los jurados me preguntaron en aquella ocasión, si había
leído a Ionesco o Beckett, porque a lo mejor mi escrito
tuvo el regusto de lo grotesco para ese pueblo religioso, lo que me reportó el
primer lugar.
Luego,
mi primer cuento en letras de molde en un periódico de la capital. Y después,
dos libros que publicara la Universidad y el Instituto de Cultura del Huila,
donde regresé en algún San Pedro y en medio del jolgorio se mostraban libros.
En
aquella época el pintor del pueblo ya había ocupado un cargo relacionado con la
cultura y el arte y pude saludarlo de nuevo, en esa pequeña feria del libro en
Neiva, donde me aseguró: “Los buenos
estamos por aquí” y sacó de una fila el segundo de mis libros de cuento.
Luego supe de sus exposiciones y de la publicación de varios libros de poesía.
Al
presentar mi novela en Neiva, recibí de su mano el libro de poemas, “Monólogo de uno que no sueña”, al final
le remití un ejemplar de “Armas de Juego”.
Una
palabra virtual me permitió volver de nuevo a su encuentro.
Alguna
vez, fue el único escritor huilense que al menos me agradeció por el envío que
religiosamente hacía de mis reseñas desde éste blog. Finalmente, me tuvo en
cuenta para su exposición privada, en una noche hermosa en casa de Mario Guzmán Perdomo el pasado 30 de
Septiembre. La experiencia poética de esa noche la cuenta el video, la reseña
de sus dos oficios la traigo así:
YESID
EL PINTOR:
Un
paisajista de la luz, que ve mas allá del ego.
Puliendo
del ripio lo oscuro de lo humano, penetra en su insondable sensación de energía
vuelta color, de su paisaje interno procesado, del canto y el deseo de brillo.
Según
sus propias palabras, aleja la oscuridad de sí. Dialoga con la mirada del
espectador en palabras de colores múltiples que mezclan lo extraño de lo oscuro,
con el deseo de hacer transparente la ilusión.
Es
ese paisaje que sale del pincel maestro, según
el humor del que mira mas allá del cielo, del mar. Diluida la forma, a la
manera de un maestro inglés que inspiró a impresionistas.
YESID
EL POETA:
La
desesperanza inunda al poeta.
La
certeza de estar habitado de soledad, de univocidad real, donde han
desaparecido los amigos. Es otra su realidad con el paso del tiempo, es otro en
lo simple y lo inasible que debió ser mas inútil, menos real.
Su
palabra es despedida, es fiesta aletargada, es efímero dolor y dolor del otro.
Su
canto es parodia inocente de la tonada de su embriaguez, que reclama el lugar
de la utopía. Es victoria ilusa, que es la vida. Repitiendo siempre un coro: El
dolor.
Se
permite el poeta descifrar su otro oficio, el de pintor y nos dice:
Paisaje
Desde el paisaje
Que no alteran las palabras
Pequeñas aves cruzan el espacio.
Su vuelo,
anhelada forma
que a los ciegos no desvela,
no pregona el movimiento,
es el movimiento.
Y tal vez el código
de un delicado mensaje
que a través de signos y colores
continúa temblando en el misterio
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
Bogotá
D.C
Octubre
27 de 2015.
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