PABLO MONTOYA

UN TRIPTICO CONTADO CON PINCEL




“Vigor vociferaba, como un poseído, que los acuerdos de paz entre católicos y protestantes eran una tea execrable que terminaría por consumir a Francia. Para él, la paz era una blasfemia, una resignación vergonzosa, una cobardía sin fin. Solo la guerra era justa y la única capaz de extirpar la mancha de la herejía”






Su novela nos cuenta la historia, desde la descripción de los cuadros de tres pintores.

Desprevenidos comenzamos a leer y llama la atención la alerta por remitirnos a un diccionario. Entendemos que es la única forma de ir ubicando con cada palabra la acción en el siglo XVI y las realidades del pintor Jacques Le Moyne.

Nos adentramos en las posibilidades de las masacres indígenas pese a la persuasión purista de Laudonnière, de llegar y levantar en paz un pueblo de los franceses que contradiga la criminal forma de colonizar los españoles.

Peripecias en la creación de un pueblo y acercamiento a los indígenas con buena fe.
El pintor cumple su obligación de ir retratando feliz cada costumbre, cada suceso, como un verdadero cronista de indias a la usanza de los españoles. Mas la crónica es gráfica.
El hambre de los conquistadores franceses en La Florida, produce el único y vergonzoso desafuero. Deben secuestrar al jefe de la tribu mas cercana, a cambio de alimentos.
Luego viene el enfrentamiento con los españoles que los sume en la derrota y puede constituir para éste evento la primera infamia.
El relato en tercera persona procura la lejanía, pero al final el pintor cronista nos lleva por la tierra de los Timacuas, que admiten en su tribu un grupo de “hermafroditas” donde la amistad con el pintor Kututuka permite la fusión del arte entre las dos culturas, al momento en que mutuamente se pintan el cuerpo. Le Moyne dibujando sus convencionalismos y aceptando que el indígena fue mucho mas abstracto al estilizar caracoles, cuernos y escudos encuentra de mejor calidad sus pigmentos y su esencia.

Francois Dubois, pintor protestante nos habla de su profesión y de su llegada a París donde se educa y al final donde padece la Masacre de San Bartolomé, suceso cruento donde ultiman a su esposa e hijo nonato, con Coligny jefe de los Hugonotes, quien pasa a ser el primero de la matanza por parte de los católicos sin que sea necesario ni justificado el baño de sangre como todos los hechos salvajes de los hombres.
El autor nos describe desde el mismo cuadro en la voz del pintor, en una preciosa y necesaria primera persona que persuade nuestra memoria de las propias guerras inútiles por convicciones similares, donde el poder de las armas destripa sin pudor mujeres y niños. Encuentra el autor que la infamia no sólo ocurre acá y allá, sino en el mundo donde habite la especie humana.
Hermosa la apuesta erótica, donde en la repintura previa del cuadro, permite que Dubois conquiste a quien fuera la novia de Le Moyne.
El amor se disuelve en los ojos del gato hacia la nada. A la perdición del infierno.



Si la pregunta del autor al concebir el libro, fue el origen de la violencia del hombre estamos en consonancia.

A su tríptico también llegamos con el temor hacia todo lo premiado en nuestro medio, pero aquí se justifica el aplauso.
Como decíamos son tres los pintores encargados de narrarnos los episodios criminales del siglo XVI.
De Bry es además editor y grabador y quien produce el compendio del relato, tanto en la elaboración del libro histórico como en su ilustración y la redondez de la novela.

España pone la queresa de su ambición en la piel pura y lustrosa del indígena.
De otro lado están las "guerras religosas”, inútiles pero voraces de poder.
Católicos contra protestantes.
Los primeros se ingenian la forma macabra de establecer la matanza humana para agradar a dios.
Con Le Moyne y sus dibujos, el autor reconstruye con palabras el color de la masacre cuando los hugonotes pretendieron conquistar con respeto los indios de las “tierras floridas”.
La crueldad sangrienta ya está abarrotada en la memoria con las montañas de cadáveres de la cual sólo pueden surgir los deseos de venganza  en las nuevas generaciones para responder el interrogante.
Dubois es el narrador de la Masacre de San Bartolomé, en París reflejada en su único cuadro donde los hugonotes son destripados con sus mujeres preñadas, acusadas de herejes. Gana la novia del primer pintor y son felices con su gato hasta ese día en que el propio Rey organiza la matanza. Al final el gato muerto es recuperado  para la historia dentro de una jaula en la colina.

Creo que el autor no soportó la ignominia relatada en las pinturas de De Bry al ilustrar la Brevísima relación de la destrucción de la Indias  escritas por el cura arrepentido Bartolomé de las Casas y los grabados en cobre del texto y debió lanzarse a las calles de su propia ficción en Lieja y Frankfort en la realidad real, para seguir los pasos y comunicarse con el propio pintor y ser autor, narrador y personaje en natural atrevimiento, que nos llena de dolor al poder ver con los grabados del muerto el desgraciado color de la masacre de nuestros antepasados. No la creo apta para quien desconozca la sangre y el crimen de nuestras historias fundacionales. Es un aporte a la historia de nuestros pueblos que se puede seguir desde los mismos adminículos electrónicos.


Marco Polo

Altillo de Villanova
Bogotá 17 de Octubre de 2015.


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