SAN AGUSTIN UN MISTERIO EN EL HUILA.

                                       
                                       




SAN AGUSTIN
No es la sensación ceremoniosa y respetuosa de un cementerio.
No es la tristeza obligada de una oscura despedida en la boca de la fosa.
Es la emanación de cierta energía en el aire, de un contacto con algo familiar.
La recuperación de un paraíso ignorado y perdido antes del amanecer de la vida,
en la humedad bajo la tierra y la alegría en cada hoja, en cada árbol y cada pieza de césped que vamos pisando.
El viento puede ser atronador si se lo quiere capturar,
Pero su voz real sin espectro, nos va indicando hacia el cielo, un azul eterno con su adición de nieve presentida.
Entonces recuperamos una parte de la infancia del mundo.
Sonrisa de quena que danza por el bosque impasible, detenido en el tiempo,
Esperando nuestra llegada.
Muy allá se eleva un águila y se pierde al cegarnos el sol.
La armonía se confabula para hacernos parte del misterio.
En cada paso vamos descubriendo los ojos sin venda del pasado.
Nos une al color del aire una blanda mano de musgos palpitantes.
El olor de la fronda es un perfume que conocimos en la infancia,
una madre que nos lleva a su regazo
y nos ronronea abejas al oído,
y nos vamos identificando con todas las razas del mundo.
Los Ptolomeos aparecen en la dura piel del sabio,
Un hindú levanta un elefante en la cabeza,
Los hebreos airean con su manto sereno una cábala,
En tanto, los gigantescos barcos de Zeng cruzan el pacífico
con sus  doce velas de bambú,
No necesitamos mas sabiduría  que la del cielo y la tierra y el aire y el fuego porque estamos donde nace el agua para el mundo,
Es el centro de la vida que palpita y llama con su sabia paciencia.
Cada toba vuelta Dios nos va contando su historia.
Y la entendemos tan nuestra como el sabor de la saliva,
en el lenguaje sin palabras del volcán dormido,
en el  mirlo que subraya el cedral,
queremos llevarnos su fresca energía vegetal
y descalzos  dialogamos con el universo
y  las voces nos llegan con el viento
y tienen cuerpo y sangre de obsidiana
ojos rasgados y cabello chino
que se parece a una mujer vuelta flor,
que nos quita la necesidad del hambre
y nos transforma en jaguares mansos y en
orugas que roban colores a la andesita del bosque
para volar.

Hemos comulgado su abrazo de melodía,
Ya podemos regresar al ruido,
Y soportar otros mil años
Hasta que el grito de otra cigarra,
maldiga el cemento  y el rechinar del odio.


Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá D.C. 2.012

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