SEPTIMAZO SALVADO
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Allí
se ve, pálido el ladrillo del panóptico teñido por los últimos espectros de los
reos que siguen implorando justicia a
los falsos siglos de emancipados.
El
costado sur del frente lo preside el busto del pintor y escultor Epifanio Garay
y casi a la entrada, el matusalénico sietecueros que pese a su inclinación
sobre el caminante, no puede dejar de emitir su color violeta para alegría del
que se detiene frente las inmensas banderas.
Nuestra
primera sorpresa no pudo ser otra que la de estar entrando al recinto de nuestra
historia un jueves y por ello, no por la edad, ser eximido del pago del boleto entregado
gratis y con guía para cubrir la exposición Temporal de Pintura: “El encuentro
de México y Colombia”.
En
verdad nos impregnó de alegría.
La joven
guía egresada de artes de los Andes, nos lleva de la mano por Débora Arango en
simulada congruencia epistolar con Emilio Baz Viaud y Jose María Velasco con
Ramón Torres Méndez o Botero con Jorge González Camarena, o Alvaro Barrios con
Eleonora Carrington o David Alfaro Siqueiros con Pedro Nel Gómez y Luis Alberto
Acuña con Rómulo Rozo donde juega el
paisaje, el costumbrismo, el retrato y la figura humana, con lo onírico, la
escultura de los años veinte y treinta del siglo pasado, el bodegón y la
expresión de los matices políticos que transmitían éstas hermosas obras.
Los dos primeros, un cuadro de Emilio Baz y otro de Siqueiros:
Tomamos de carrera la evidencia de lo mas notorio con nuestro teléfono, porque
cautos, no llevamos cámaras al centro.
La
acuarela de Débora Arango donde se nota el
estilo directo de la mezcla de la pintura sobre el mismo cuadro, que en
apariencia lo ensucia. Y los retratos de sus empleados, en demostración de que
existen para el mundo del arte del siglo pasado unos nuevos “héroes”,
diferentes de los concebidos por la burguesía.
Igual
concepto, tomado de la revolución mexicana se nota en la escultura de Luis Alberto Acuña Tapias con su campesina
o el de sus pequeñas venus colombianas en cerámica, personajes nacionales
elaboradas con la piel de la arcilla.
Tambien
nos llamó la atención otra Frida Khalo, la que fuera de sus sufrimientos
también posee familia y hace un retrato de una sobrina.
Pero
fue impresionante la vida y obra de una gran mujer inglesa, Eleonora Carrington
quien deja su impronta de rebeldía perpetua en su madurez, donde reelabora su
infancia, en la nueva américa a la que viajó luego de estar en el centro del
surrealismo con Max Ernst con quien convivió declarándose mas bien feminista
que el juguete de aquel movimiento, llegando a
nuestros pintores con Alvaro Barrios.
Terminado
el tour de la exposición vino la última sorpresa, mas irreal que la gratuidad
del boleto.
Pasamos
a una sala de pintura con una gran mesa
para el efecto, donde el país invitado, en éste evento México, nos invitó un
refrigerio nacional.
Una
tortilla dulce de queso y la refrescante bebida de Flor de Jamaica con el fondo
musical en la voz de Chabela Vargas y un mariachi y el obsequio de las Cartas Imaginadas entre el grupo de
pintores, en hermosas postales interactivas con pegatinas para ubicar como
sellos de correo.
El
septimazo fue salvado por el plan popular del Museo Nacional, que seguimos
recorriendo ahora con premura, para volver a traer la imagen de los menos
reconocidos Bolívar y Nariño y el retrato
de Rafael Pombo vestido de niña.
Y la
Ley sobre la LIBERTAD DE LOS ESCLAVOS suscrita por Jose Hilario López de la que
se hablara en ARMAS DE JUEGO.
No
podíamos menos que despedirnos del brevo milenario con su farol de luna, sintiendo una
extraña incredulidad en ese atardecer nostálgico.
Esa Bogotá
que se nos ha ido volviendo tan brumosa de alegrías, como si estuvieran reinándo
aún los chapetones que quisieran borrar nuestros siempre recordados SEPTIMAZOS
de otras épocas.
Marco
Polo
Altillo
de Villanova
Bogotá
D.C.
28
de mayo-2 de julio de 2015
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