GOLPE DE TECLA.
Para que grite Freddie
No es
coincidencia el que en novelas colombianas se subraye la narración con una
canción o que la música sea la que
reemplace “la puta de los recuerdos”;
concepto que expresara al presentar “Armas
de Juego” en la feria del libro del 13:
“No nos asuste, el
encontrar en un libro colombiano, una ranchera, un pasodoble, la banda musical
de una película recordada. Que
fluyan por las líneas como la tinta del recuerdo.”
Si lo es, el que dos escritores de una
misma generación del setenta tengan en la voz de Freddie Mercury el soporte para impostar el recuerdo de la
violencia nacional. Me refiero a “Las
vidas posibles” de Jacobo Cardona
Echeverry ganador de la anterior Bienal de novela de Neiva, reseñado en Literatura
y Mistela, y ahora, de forma abierta
“Bohemian
Rapsody” la primera novela de Carlos Orlando Pardo Viña.
Lo es, el que en la Virgen de los Sicarios el catalizador de los recuerdos es “Senderito de amor” el bolero ranchero
de Ventura Romero, o en Armas de Juego “Mil
kilómetros” la ranchera de Jesús Silvestre Tejeda.
En las anteriores obras también coinciden la
negación del realismo mágico y el intimismo que procura alejar la tercera
persona.
La voz del cantante hindú en las dos
novelas anteriores, ¿nos asustan?
Se deja de lado el mito de la teoría del
recuerdo a lo Proust, por un sentido menos retórico y si pragmático. La
nostalgia que nos provee la música y con ella los recuerdos pegados a la
melodía como una perfecta nomenclatura de pueblo, que nos permite ir elaborando
nuestra personal teoría de Qué es
escribir un libro. Para los primeros autores mencionados el rock les permitiría la rebeldía o la
evasión de un mundo u otro, o los dotaría de un nuevo lustre intelectual. Para
los segundos sólo la correspondencia con la realidad recordada de oído.
En cuanto hace a la novela del joven escritor
paisa dije en su momento que Freddie no es el único que puede“transmitir el vigor y templanza espiritual”
y por el contrario, que la voz de la comuna 13 se escucha con mayor fortaleza
que Mercury, en la música que hacen sus propios jóvenes sobrevivientes del
demonio. El Hit hot.
En el segundo evento que concierne al
segundo libro. Se nota otro tipo de uso musical. Titulo para la forma. Si bien,
no es la descripción exacta de lo que pretende escribir Nicolás o Santiago. Es uno de los efectos que
a lo mejor no lo dejan sereno para iniciar la tan suplicada primera frase, por
efecto de la percusión del rock.
¿Entonces el título aquí no es un desarrollo
directo del tema de la novela?
Al parecer se ubica como título para
refundir las ideas de la forma.
Intentará una novelación fragmentada y traerá la diversidad de los temas que
aterran al futuro escritor. Porque la novela, lo que se escribirá, es sólo un
deseo todavía. El asunto autobiográfico que ha iniciado, o el ejercicio cultural
de su carrera de periodista, o la suma de temas en la enumeración de citas. Por
eso es un periodista rebajado de la columna cultural a la judicial, o un Capote en potencia reducido a reseñas y
al blog, que escucha Queen o Bossa nova, cubierto de la mierda nacional. Es su
voz en sólo inicial acompañada por los idiotismos de la informática. Es el
reportero que cubre el suicidio o el novelista trunco de su autobiografía. Su
balada. El fracasado poeta hueco, el muchos hombres, todos tristes con careta
de bohemio para volver a su infancia salvadora en la ciudad donde se hizo
periodista. Lo operático. Y quiere gritar y entiende que para eso está Freddie
Mercury. Porque la originalidad es necesaria y odia ese periodismo con errores
de ortografía cometidos en voz alta. Soñando con ser niño de nuevo. El tono. Porque el joven de hoy, no puede parecerse
a nada, para que la nada cada día sea él mismo, pero no es capaz de
escribir siquiera la nota judicial, porque se va quedando en las citas de los
demás y lo que falta es atrevimiento, valentía, y ya no cree en nada, en nadie
y sin las palabras que se cruzan en
su acostumbrada cita, son unos fantasmas, unos muertos.
El futuro escritor tiene razón al concebir
su angustia en dos escritores frustrados en el siglo XXI. Llenos de la
tecnología de actualidad y carentes de todo. Y como lo dijera Von Knausgär
refiriéndose a Perec, “Yo no tenía
historia” porque al papel en blanco nunca llegaba la frase para romper las puertas metálicas y
en aquel evento sólo quería el escritor noruego encontrar el objeto antes que
la acción novelada:
“Escribir
es sacar de las sombras lo que sabemos. No lo que allí ocurre”
Eso, para explicar la novela donde no pasa
casi nada.
Entonces nuestro (ya no tan novel escritor
Nicolás-Santiago), nos indica que al inicio no quería saber nada de su historia,
“Esas vainas autobiográficas no le interesan a nadie”, mas al final comprende
que es lo único conque en realidad cuenta, porque el mundo actual lo ha vuelto
un ser aislado que le permite tener todos los conocimientos con un clic, pero
no la historia de la esencia de los hombres que constituye lo sublime, el
verdadero escritor original, valiente para admitir la verdad y decirla de forma
visceral, frente al otro, hueco, lleno de la tecnología que lo ha vuelto
también un ser virtual, transparente y cadáver. Requisito sine qua non. La
necesidad de vivir para poder
escribir.
Estos temas me fueron uniendo a la opera
prima de Carlos Orlando Pardo II porque encontré correspondencias no solo en
sus levedades enunciativas y citas, sino en sus profundidades soterradas para
concluir en la dificultad que entraña,
escribir en la era de la tecnología con un adicional problema frente a la hoja
en blanco, que justifica y da tensión a la lucubración para el momento de comenzar a realizar la primera obra.
La novela con el mismo título de la canción
de Queen, es el cuento de la desazón frente
a la página en blanco, aunque solo provoque esa neurosis que en los años sesenta
arrastró a muchos creadores al existencialismo.
El autor atosigado por la tecnología trata
de arrancar con la primera frase en la generación de la informática, que pese a
nuestros dieciocho años de separación generacional también esbocé en aquella presentación:
“Al intentar un libro en la era de los Hikikomori, un autor no puede dejar
de soñar con lo interactivo y desear la complicidad del lector, para
jugar”.
El autor sabe que cuenta con nuestra
complicidad para jugar a contar los temas de su primera novela, no escrita aún
por alguno de los dos personajes. Porque en cada golpe de tecla, grita Freddie
y saltan los demonios del escritor.
Marco Polo
Altillo de Villanova
Bogotá Marzo 17 de 2015
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