CARLOS ORLANDO PARDO
VERONICA RESUCITA
NUESTROS VESTIGIOS
Una
abuela muerta aparece 60 años después.
Hechos
extraordinarios para cualquier relato trascendente.
Asumir
el punto de vista en un hecho autobiográfico, entraña una de las más profundas
osadías del desprendimiento humano.
La
desnudez de espíritu tirada al mundo.
Es
posible que tal acto oscile entre la sinceridad y el ensueño de no creer en esa
realidad.
Entonces
huyendo a nuestra propia voz de forma errónea caemos en la voz de Dios, que es
esa dormida tercera persona decimonónica.
Pero
la voz propia, la del testigo, es la voz requerida para devolver con
verosimilitud, no solo lo visto, sino lo intuido en los ojos y la voz del
moribundo.
La
ofrenda así otorgada al mundo, es mas dolorosa y por tanto mas visceral.
El
hermoso título “Verónica resucitada”
no solo tiene que ver con el profundo sentido clerical del colombiano, sino con
esa historia soñada de levantar la cobija para observar al supuesto “aparecido”
de nuestros insomnios infantiles.
Ese
cuento de miedo que se hace real, en medio de la bruma diaria de una ciudad
azotada por la rabia desbocada de la venganza por la muerte del líder y el
fuego infernal que ciega la esperanza, en cada uno de los años desaparecidos.
La
muerte de la ciudad que otra vez revive y aparece por encima del entendimiento
humano. Ahí están consumiéndose en el fragor de las cenizas, las familias de
verdad, que procrearon el pasado para los que podemos hoy escribirlo. Esas
verdaderas familias despedazadas por el poder del oscurantismo, que se resisten
a desaparecer avizorando la leve llama de la búsqueda de la utópica libertad.
Son
las familias nuestras, las que revive
Carlos Orlando Pardo.
Infancias
repetidas. Dolores reciclados en nuevas generaciones y ese sabor de la
colurofobia en que se tornó la ciudad, de la ilusión de mago a la certeza de la
muerte. El hoy despreciado payaso, el desprestigiado arte circense donde la
gente soñó y volvió a caer al vacío otra vez.
La
ansiada y necesaria voz de la reaparecida
se ahoga en su deseo de silencio.
Y
entiendo muy bien ese hecho cierto, de la persona que regresa de su propia y labrada perdición. Callar. El rechazo a los
interrogatorios. Un lenguaje cifrado es su monólogo.
Donde
el abandono sufrido en la infancia, le propuso el irracional nuevo abandono de
todos sus seres mas queridos, de igual manera a los sufridos. Como una
inconsciente venganza. Como el fuego purificador de la catarsis.
La
desolación es la herencia que
recibimos de esos seres diferentes que
soñaron con fugarse de la vida insípida del montón, para disfrutar como ignaros
sibaritas del derecho normal al placer y el concepto personal de libertad.
Explotada
la pompa de jabón solo producen de herencia, el desencanto.
Somos
herederos únicamente del sufrimiento al incendiarse el circo.
Cuando
los payasos dan lástima y cuando los trapecistas se estrellan contra el piso de
la realidad. Y el circo se despide y vuelve convertido en otro. Y el olvido de
sus nuevos anunciantes, es el olvido del dolor del parto y los aplausos son tan
ilusos como esas realidades de enanos
falsos o mujeres de caucho, espejismos para cuentos de hadas, cuando el otro
cuento arde en la piel, donde los muertos se arruman. Y es más bondadoso el
gitano que nos secuestra infantes para librarnos del cordón umbilical y
ordenarnos a tener todas las vidas, todas las taras genéticas de éste pueblo
que se niega a desaparecer otra vez.
Verónica
resucita la vida nacional. Los vericuetos de la ciudad.
La perdida en el incendio.
Inés
hubiera querido escuchar su voz con claridad.
No
imaginar su arrepentimiento.
Porque
esa es la única voz de actualidad que nos sirve para recuperar nuestros
vestigios.
Marco
Polo.
Altillo
de Villanova.
12
de Septiembre de 2.014.
Excelente escrito.
ResponderEliminarEs como el lienzo de un pintor, cuyo delicado y fino trazo, refleja a través de su pintura momentos figurativos que describen una realidad basada en una sociedad marginada por el mismo hombre, cuyo trazo deja plasmado cada una de las vivencias de un ser mortal, común y corriente, trauma-do por el sufrir que deja secuelas en su interior, momentos que difícilmente se supera, dejando huellas que solo se recogen mediante el resentimiento, el odio y la frustración. Simplemente para ser repetidos una y otra vez, dando lugar a un circulo interminable, cuya realidad afecta no solo una nación, sino a la humanidad en general. Las crueles verdades de una triste realidad que afecta y repercute sin importar raza, genero, estatus social, religión y demás.