JUAN ANTONIO MALAVER-POETA
Conocí a Juan Antonio Malaver en una tienda contigua a
la Universidad Central. Hace unos doce años, un viernes, luego de asistir a la
presentación de un libro en la Biblioteca Nacional. Estaba con Joaquín Peña y
departimos unas cervezas mientras me atreví a sacar y leer los primeros capítulos de ARMAS DE JUEGO. Le expliqué que creía, debía explicar más el
título y hasta propuse como tal, “Los años sin código” de la
infancia. Pero el oscuro poeta me dijo: No, ese es un titulazo para su libro.
Y así fue.
Su “BASTION DE LA MEMORIA” es un premio de poesía de
Boyacá exaltado por el centro de “Memoria Popular”, para que llegue a los hijos
de la tierra.
El autor nació en Sogamoso, el 24 de Febrero de 1.962.
Licenciado en Lingüística y Literatura de la U. Distrital. Magister en
Literatura de la U. Javeriana. Termina su doctorado en Ciencias de la Educación
de la U. Pedagógica.
Actualmente trabaja como docente de planta e
investigador en la Universidad Central. Ha publicado el “OCTAVO DIA”, poesía,
antologado en “TIEMPO Y PALABRA” y diversos libros y revistas. Ha publicado el
libro de cuentos infantiles “LAS PINTURAS MAGICAS Y OTROS RELATOS” y la novela
“RELATO DE UN HOMBRE QUE PERDIO LA CABEZA”. Ganador y finalista en 18 concursos.
Las siguientes, son las inmediatas sensaciones que nos contó su libro de poemas
que he titulado:
Oscuro pájaro sin árbol
Al abrir el libro salta el dolor del serrín del
recuerdo y nos sumerge de inmediato en la angustia de una oscuridad similar al
averno, donde surge su tierra de una memoria tasajeada, donde hasta la misma niebla es capaz de cortar en trozos
el alma del poeta y hacer desfilar ante nosotros la muerte o el frío de la soledad que hasta en el
recuerdo de la madre es un iceberg. Hasta el regreso a su patria chica sabe a
liturgia y muerto con sepulturas de rabia, porque la vida es un juego y las
musas se han prostituido para no cantar alegrías, con ese animal que a la
postre será siempre un perro negro.
El descenso a
la profunda tristeza de un hombre que apagó las galaxias de la alegría.
Porque el amor es tan utópico como Helena, separada de
otro amado por las murallas, sin que termine aún de elaborar el caballo para
romper la soledad.
Entonces nos atosiga como a un perseguido la nostalgia,
los perros y los puñales, espadas, navajas, o hasta la mirada que se vuelve
cortante y feroz como el odio, o el sitio de que lo proveen los libros para
resolver sus angustias con otras preguntas, porque la muerte es mas cotidiana
que la costumbre, que hasta cambia el color por el grito haciendo del hombre un
ser triste, que solo puede cortar con el
odio el dolor, como ese revolucionario de los sesenta, gris, oscuro, ejerciendo
un erróneo odio para intentar cambiar el mundo, con aletazos oscuros de pájaros
sin alar que seccionan con sus aletazos, o trinan el color de la noche,
tornando el ser colombiano “un hombre de barro triste”. Todo es similar al
“Corazón de las tinieblas”, pues hasta la probable amante no tiene otra mirada que el odio.
Si.
En Malaver la memoria es de sombras, porque es
peligroso salir de noche en éste pais, dejar de alumbrar el candil escaso de la
esperanza porque el padre viene y se vuelve a ir, pero está muerto y solo
regresa al final de los tiempos para acabar las sombras de las que surjan los
volcanes iracundos, las únicas luces que
quitarán algo de angustia al rostro.
Su dolor es su patria. Su antiguo surco. Su machete.
No hay perfección, sino desconsuelo político.
Como Poe, es oscuro, pesimista, al mirar atrás los
pájaros sin árbol.
Y ésta es su voz
su figura.
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