EL FRENTE INMÓVIL DE UN HEROE SIN PEDESTAL-BENHUR.
“EL FRENTE INMÓVIL”
DEL HÉROE SIN PEDESTAL.
Si la búsqueda de la
verdad sobre el héroe del pueblo, vuelto chascarrillo en la voz popular, consistiera en ver descender del pedestal a la misma estatua, se pensaría
que nuestra historia patria está forjada en la urgente necesidad de un héroe
para sentir que vivimos como todos los
pueblos con sus mitos y sus dioses.
En la búsqueda de un héroe del sur se ha empeñado Benhur
Sánchez Suárez, para dar vida real a un pueblo que algunos académicos niegan,
existe. El Huila, el Caquetá, el Putumayo, la Amazonía. Y es mediante la
crónica, el texto histórico, el seguimiento documental, pero sobre todo el
testimonio de su propio tío el que nos lleva a descifrar que no podemos
permitir el descenso del héroe de su pedestal, porque es quien alimenta nuestra
imaginación.
Allí el oficio del
novelista para moldear del barro, con su
relato y el de su conciencia, las voces de sus ancestros y la importancia del
sur en la historia nacional.
En la búsqueda que
sólo viejos documentos nos probarían fechas, debe hacer introspección de sus
recuerdos para encontrar en su sangre, la herencia mítica del opita vuelto
héroe sólo para desaparecer en la selva de su propio delirio. Para el oprobio
de su esclavitud. Para el desarraigo novísimo del nuevo conquistador español
que con la propia sangre de su sagrado Yuma, pretende ahogar la tierra sacra de
los ancestros por la pérfida ambición de senadores, políticos y gobernantes
impasibles ante la desaparición del hombre del campo. Y en ese buceo interior
encuentra al familiar de muchos huilenses
que el estado sólo tuvo en cuenta como carne de cañón. Ese consanguíneo
que la vida curtió y llevó por la aventura hasta altos sitiales inverosímiles, o
de gloria, como hombre extraído de abajo que llegó a ser una estatua de pueblo sin ser prócer.
De allí surge el tío,
el abuelo, el padre de tanto huilense en esa ridícula guerra del sur. El
conflicto con el Perú, del cual sabemos que existió como una leyenda o disculpa
soterrada, pero que no encuentra justificación en la realidad, como si tan solo
fuera la continuidad de la denuncia de José Eustasio Rivera en la Vorágine, por
una esclavitud propiciada por los Arana que al final terminan de forma ridícula
siendo indemnizados por el Gobierno colombiano.
El pueblo sigue con
el pedestal pero sin la certeza del valor del anónimo y humilde provinciano,
vuelto barrio, calle, colegio, tan necesario para continuar la lucha.
Y sólo al final
entendemos que ese abuelo, tío o padre que estuvo en el conflicto, fue un
huilense cuya heroicidad consiste tan sólo en contar la ironía de una guerra
que nunca existió. De un batallón que nunca combatió. De unos soldados que
fueron tan solo muertos por la infecta jungla que sigue tragándose a los
buscadores de la verdad, a los descubridores de la infamia que señalan a los
nuevos esclavistas, con su voz firme, pese al temblor del Parkinson de nuestros
gobernantes que acallan la voz de los que los señalan de nuevo, como Saturno
que otra vez devora a sus propios hijos.
En éste siglo XXI es
un acierto ser instigado a buscar a nuestro lado a la persona del común.
Anodina y transparente. Ése familiar anónimo. El verdadero héroe colombiano.
Y sus recuerdos son pequeños relámpagos de los que surge de inmediato un arco iris, como si estuviera trazando las pinceladas urgidas de ese cuadro impresionista que debe culminar antes que caiga la tarde apasionada que martilla en las cienes del artista.
Acostumbrado a trajinar con su yo por ese pueblo, surgiendo del final de una película, regresa a sus calles en un niño, buscando el camino del potrero. Vuelve a los tangos y al cine desde el oído de una vieja cantina para volver a ver seres extinguidos, o mujeres derretidas por el recuerdo de un sólo color sobre el lienzo y un par de acordes de bandola suplen la tristeza de los libros en pedazos a duras penas rescatados del fuego y la lluvia, mientras la ceniza revive la página del sonido y los guerrilleros son muertos por otros bandidos de juguete. Otra música opaca la que sale del instrumento del padre para llegar al rencor y la amargura de una rokola de moda mientras de nuevo arden los escritos.
En lontananza el pueblo de la memoria seguirá eterno. Intocado por el cemento que crece como la viruela dejando las calles modernas como un grán cementerio.
Por ello llegan las letanías del final.
Para ella y para él.
La que intercede frente al poderoso.
Al Dios que se obstina en seguir sordo. Mientras la ironía de los matadores sigue tiñendo de angustia los deseos de paz del hombre cansado de la guerra. Como si repitiera todas las viejas historias bíblicas de aquel Dios que antaño no sabía sino castigar.
Escuchémoslo en la voz de BENHUR SANCHEZ SUAREZ:
Marco Polo.
http://www.youtube.com/watch?v=KfJxmT-4xjs
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